Piaf y Dion salvan el desastre

28 de julio 2024 - 03:12

La inauguración de los Juegos Olímpicos fue una plasta náutica de cuatro horas con un comienzo prometedor y un final apoteósico con nombre propio: Edith Piaf. Todo empezó con los primeros compases de la extraordinaria orquestación de La foule, adaptación de la canción argentina Que nadie sepa mi sufrir que enamoró a Piaf en la versión de Alberto Castillo cuando actuó en Buenos Aires en 1953. En 1957 grabó su poderosa versión con letra de Michel Rivgauche y orquestación de Robert Chauvigny. La cosa empezaba bien. Y terminó mejor, gracias otra vez a Piaf, a su Hymne a l’amour y a Celine Dion tras cuatro horas de aburrimiento a causa del error fluvial, como de entre gabarra bilbaína y procesión náutica carmelitana, y de ignorar que quien mucho abarca poco aprieta. Solo con algunos destellos como el homenaje a las fantasías de Verne, Méliès o Lumière, las alusiones a las criaturas de Eugenio Sue, Maurice Leblanc o Leroux correteando por azoteas y alcantarillas o el homenaje a Zizi Jeanmaire, la reina del Casino de París, a cargo de una flácida Lady Gaga que no le llegaba ni a los tacones cantando Mont truc en plummes.

Aparte de esto, poco más. El mal gusto de llenar las ventanas de la Conciergerie –de siniestra historia durante El Terror– con Marías Antonietas decapitadas llevando la cabeza en sus manos. Y el peor gusto de hacer una grosera y ofensiva representación drag de la Última Cena. En la ciudad del atentado contra Charlie Hebdo –doce asesinados al grito de “Alá es grande”– saben a quién se puede ofender y a quién no.

Afortunadamente al final una grandísima Celine Dion remontó la cosa hasta la estratosfera al cantar prodigiosamente el Hymne a l’ amour que la Piaf escribió en 1949 con la ayuda de Marguerite Monnod y Albert Lasry para celebrar a su más grande amor, el boxeador Marcel Cerdan. Una canción trágica. La estrenó el 14 de septiembre de 1949 y Cerdan se mató en un accidente de aviación el 28 de octubre. Piaf la grabó en mayo de 1950. Celine Dion la cantó en 2015 en un homenaje a las víctimas de los atentados islamistas de París del 13 de diciembre. Ahora lo ha vuelto a hacer, reapareciendo tras estar retirada a causa de una rara enfermedad incurable. Desde la torre Eiffel le echó lo que hay que echarle, asombrando y emocionando a París y al mundo. Y remontando –como el globo– el desastre.

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