Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Sevilla/PARECE que fue ayer cuando un estudiante de tercero de Derecho llamado Rosauro Varo se acercó a la calle Rioja para que este periódico lo retratara para aquella sección titulada El personal que tantísimos personajes nos descubrió durante la primera década de Diario de Sevilla. Era el año 2000. El joven estudiante de 21 años ya era un ejemplo de emprendedor. Venía de regentar bares como La Joyanca, Fandango, Paparazzi o Chile. Y de crear una cadena televisiva exclusivamente musical (K-música). Entonces ya participaba como gerente y socio de una franquicia de teléfonos móviles.
Aquel día nos contó nuevos proyectos como la creación de un gimnasio Factory Sport en Dos Hermanas, el pub Bolero en Sevilla y la discoteca trianera Boss. Años después ya vino la explosión definitiva conocida en toda España. La consultora EY, que lidera Alberto García Valera en Andalucía, Ceuta y Melilla, le concedió su premio anual el pasado martes en una cena celebrada en el Hotel Alfonso XIII. El debate político de la España actual tiende descaradamente a demonizar al empresario como tal, a desproveerlo de cualquier derecho, a atribuirle todas las obligaciones y ningún derecho, a demonizarlo e incluso a caricaturizarlo según la conveniencia. Mala cosa si el paro desciende porque el Estado contrata a la gente de forma masiva. El riesgo está unido a la condición de empresario como el valor a la del torero.
Rosauro confesó la otra noche quién fue su primera prestamista, quien le confió nada menos que 250.000 pesetas de las de hace más de veinte años. Normalmente la memoria no es una aliada habitual del éxito. La gente que asciende y se consolida suele tapar quién le ayudó a dar los primeros pasos. Pero este empresario rubio, considerado un Midas sevillano y tenido por perejil de las salsas más selectas de los últimos tiempos, desveló ante un selecto auditorio quién fue su primera prestamista: “Mi madre, ella me dejó aquellas 250.000 pesetas”. Y eso después de reconocer que sus hermanos siempre fueron mejores estudiantes. Cuesta mucho entender que si alguien no asume un riesgo, no hay puestos de trabajo para que otros lleven a la práctica sus proyectos de vida. Si no hay una madre con su generosidad y paciencia, hay que pelearse con un banco que se cobra los intereses.
Alguien tiene que tirarse al ruedo, otro agarrar la esclavina del capote para estar al quite y, cómo no, las circunstancias permitir el éxito. Y siempre se debe cultivar ese valor tan denostado y manipulado como es la memoria, sobre todo cuando es limpia de corazón. Han pasado 21 años de aquella entrevista corta, pero de alcance. Del personal al personaje. De la peseta al euro. Del riesgo al éxito.
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