Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Sevilla/Cada sevillano tiene perfectamente identificados a sus brasas, que no son exactamente lo mismo que tener calados a sus cuñados aunque ciertamente puede haber fuertes analogías. En tiempos se conocía a estos personajes como enterados o sabelotodo. Los brasas pueden surgir en cualquier momento de la vida cotidiana y son mucho más peligrosos que esos cuñados al uso. El brasa te aborda en la Plaza Nueva, se te pega en el paseo y te suelta en la Campana si le interesa endilgarte su enésimo proyecto después de que no haya logrado venderte el producto por medio de sus múltiples insistencias por mensajes no contestados en el WhatsApp. La clave es vender, colocar y soltar la historia propia de acuerdo con un criterio egoísta y agresivo. Hay muchos tipos de brasas. El peor es el brasa del AVE porque deja pocas ocasiones a la escapatoria. No hay una amenaza peor que el tío que te trinca en Atocha, sabe que vas a Sevilla y que tiene dos horas y media por delante para contarte su historia, vender su producto, colocar su historia. Usted va en el vagón número dos, el brasa va en el tres y aparece de pronto en su asiento: "¿Nos vemos ahora en el vagón tres de la cafetería?". Y ahí, justo ahí, le han trincado. Con una evidente desgana se levanta usted y recorre los vagones apoyándose en los respaldos de los pasajeros para paliar el efecto del vaivén del convoy antes de la parada en Puertollano. Se trata de no despeñarse, claro.
En el molesto itinerario hacia el brasa deberá colocar la mano en decenas de cabeceros donde hay caspa, en otros pisará una cabellera por efecto de un frenazo repentino y en otros muchos momentos tendrá que sortear piernas cruzadas, pies desparramados que invaden el pasillo y mochilas que no han sido alzadas a las repisas. Llegará usted por fin al vagón-cafetería y tendrá que someterse al cautiverio de una conversación que no le interesará absolutamente nada. ¡Es el brasa del AVE!. Un tipo terrible que abusa de su buena educación, suelta su cuento mientras hinca el diente a un sandwich de lomo con pimientos y además procura conseguir una cita con alguien relacionado con su empresa. En el AVE hay que tener mucho, muchísimo cuidado con los brasas, casi más que por las calles Tetuán y Sierpes o en la barras del Labradores o el Mercantil cualquier mediodía, donde conviene colocar los taburetes de tal forma que nadie se considere con derecho a entrar en el campamento y quedarse... acampado en su reunión. La mala educación se debe enseñar en algún máster de las escuelas de negocios porque cada vez hay más personal que interpreta el carácter social de un club o de una piscina como vía libre para entrometerse y asentarse en cualquier encuentro, de cualquier manera y en el momento menos apropiado. Cuidado con el AVE y con el verano.
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