La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La pesadilla andaluza: un avance nos cuesta un mundo
La aldaba
Los datos oficiales nos han vuelto a dejar en nuestro maldito sitio: el furgón de cola. Andalucía avanza poco y cuando lo hace es a la velocidad de tortuga. Nos cantan nuestras potencialidades, nuestro carácter, nuestros kilómetros de costa, nuestro patrimonio e historia, nuestra extensión superior a la de Portugal... Pero el INE nos entrega cada año el farolillo rojo. ¿Cómo es posible? Si mejoramos un poquito en la cacareada convergencia es por un avance en habitantes, pero no por la evolución de la economía. Hace años que nos lo explicó un presidente de la Junta con mucha sencillez: "No te engañes, España tiene que avanzar mucho, muchísimo, para que la locomotora andaluza arranque. Por eso cuando España va mal, nosotros nos hundimos". El Día de la Bandera, el habla andaluza, el homenaje a Blas Infante, el fervor autonómico de finales de los setenta que algunos tanto echan de menos, los vídeos promocionales con cornetería estruendosa, las fotos de la Alhambra, el Alcázar de Sevilla o la Alcazaba malagueña, el ronqueo del atún, la religiosidad popular, las estrellas Michelín, la cuna del Descubrimiento... Tenemos mucho de eso que llaman marca y que ha sido siempre la autenticidad, pero somos los últimos en los índices donde se nos hace la foto de la actualidad. Somos el perfecto salón para celebraciones solemnes variadas, incluso de la Europa institucional; tenemos los estadios listos para finales europeas y mundiales, el AVE desde 1992... Pero somos los últimos en convergencia europea. El PIB andaluz representa el 13,4% del nacional, un porcentaje que permanece así desde 2010. Estamos clavados. Madrid encabeza el ránking con 42.198 euros (136,3%) en riqueza generada por cada habitante, casi 20.000 más que Andalucía. Estocada hasta los gavilanes.
Con estos datos es mejor que oigamos a los poetas y trovadores para tener la moral alta, pongamos los preciosos vídeos promocionales y potenciemos nuestra marca en el exterior. ¡Chinos, que vengan más chinos! Al menos tenemos estabilidad institucional y esperemos no volver a ser el agujero negro de la tormenta de la corrupción en mucho tiempo. No nos valen maquillajes ni ocultar la realidad, sabemos que las pensiones, las familias y la economía sumergida son los puntales de facto del sistema, las verdades del barquero que solo evidencian algunos economistas porque no es "decoroso" proclamarlas alto y claro. En el fondo el pilar maestro que sostiene la arquitectura del Sur es el carácter de sus habitantes. Nuestro patrimonio inmaterial, el que nos permite no ahogarnos, sacar la cabeza, coger aire y enfrentarnos a la existencia en una tierra maravillosa. Y eso no es maquillaje. Ocurre que el INE no valora el sello, la identidad, la manera de ser, la alegría y otros valores que la gente busca en las consultas de los terapeutas y nosotros, tantas veces, encontramos en la luz, en la calle, en el talante.
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