La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
la tribuna
PEQUEÑOS milagros suceden todos los días. Ocurren cuando algunas personas o algún colectivo desarrolla su desempeño profesional muy por encima de lo que les exigen, o más allá de lo que puede ser apreciado, y ello sin que le reporte ningún tipo de beneficio económico o personal, sino simplemente por sentido del deber, por amor a su trabajo o por una tendencia filantrópica que no es ajena a las personas que trabajan para otras personas. Hay otra característica del pequeño milagro: si no se tomara ese plus de trabajo nadie lo echaría de menos ni lo reclamaría. Las personas que realizan estos pequeños milagros son la sal de la sociedad, los rompeolas contra la crisis, la esperanza que no se quiebra. En los difíciles tiempos que corren, los pequeños milagros son muy importantes. Es una forma de que no se pierda la fe en las personas, en su sentido de la responsabilidad, en su trabajo. Y es un ejemplo para los indecisos, para los que piensan si merece la pena tomarse las cosas en serio.
Quiero dar cuenta de uno de estos pequeños milagros. Se da en los colegios, tanto en Infantil como en Primaria. Los protagonistas son centenares de maestras y maestros (estos últimos menos) que, en uno de los terrenos difíciles de su profesión (la enseñanza de las matemáticas), han abandonado el trabajo habitual y que hace todo el mundo para protagonizar un giro metodológico radical, abandonar los caminos seguros de los libros de texto y embarcarse en una forma diferente de trabajar. Me refiero, claro, a la iniciación y al desarrollo del cálculo con el método que deja de lado las cuentas tradicionales y se embarca en unos algoritmos nuevos, abiertos, diferentes (ABN). Supone más trabajo porque apenas hay precedentes y hay que preparar el material por uno mismo. Pero como enseguida se dan cuenta de que los niños y niñas aprenden más, mucho más, y mucho mejor, se entregan a la nueva tarea casi con un celo apostólico. Al principio han de luchar con los padres, que se quedan extrañados y desconfían cuando ven que sus hijos llevan unas tareas matemáticas tan diferentes. A veces tienen que arrostrar la incomprensión de sus compañeros, que no se atreven a meterse en ese cambio. Pero a todo se sobreponen.
Las autoras de este pequeño milagro no tienen edad. Hay jovencitas recién incorporadas, y maestras que han elegido la nueva senda cuando les falta muy poco para jubilarse. Pueden formar equipos de compañeras y amigas o ser robinsones solitarias en un colegio grande o pequeño. Tenemos personas trabajando el método desde Asturias hasta Tenerife. Y en México, Guatemala, Perú, Colombia, Chile y Argentina. Apenas se unen por un par de páginas web y por el hilo frágil del correo electrónico. Por ahí viajan propuestas, materiales, vídeos, ideas. Y se han metido en ese profundo berenjenal por una exclusiva razón. Se han dado cuenta de que con el nuevo método sus niños aprenden más, aprenden mejor, les gusta más lo que hacen. Con eso le ha bastado para abandonar los caminos facilones y trillados de la metodología del cálculo de toda la vida.
La otra cara del pequeño milagro son los niños. ¿No es un milagro que los alumnos declaren que la materia que más les gusta, con diferencia, es las matemáticas? ¿No es un milagro que para ellos el mejor momento del día es cuando llega la clase de los números? ¿No causa cierto asombro que en niños tan pequeños se hayan despertado un montón de vocaciones matemáticas? Los que estamos acostumbrados a verlo no nos damos cuenta del cambio profundo que supone. Una madre nos dice que su hijo de 2º ayuda a su hermano de 5º a resolver los problemas. Los alumnos de Infantil trabajan con números hasta el cien, y operan con ellos con toda naturalidad. En 1º ya empiezan a multiplicar y a dividir, y su nivel de la numeración es tal que son capaces de pasar de nuestra base diez a base dos sin ningún tipo de artificio ni cálculo. En 3º y 4º resuelven mentalmente sumas, restas y productos y divisiones por una cifra. Doblan la capacidad de resolución de problemas del alumnado que sigue el método tradicional, y no solo es que vayan un curso o dos por delante de su edad, es que además entienden perfectamente lo que hacen.
Hoy hay cientos de maestras y miles de niños trabajando el nuevo método. Es muy posible que este curso se doble el número. Pero todo empezó hace poco, cuando no se sabía cómo iba a resultar el cambio, cómo iban a reaccionar los padres. Ahí el milagro que protagonizaron las siete maestras y el maestro que empezaron fue enorme: iniciaron posiblemente un cambio metodológico de enorme calado. Si los lectores quieren asomarse a él y comprobar cómo es el trabajo de estos niños y niñas y de sus maestras, escriban en su ordenador: algoritmosabn.blogspot.com. Más de doscientos cincuenta vídeos y cuatrocientas entradas les harán pensar si el título de esta tribuna no se ha quedado corto.
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