La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Hay gente que acude a una agencia de viajes con el deseo de pasar unos días en Florencia esta próxima Semana Santa para librarse de bullas y compromisos, pero acaba contratando un paquetito a Praga, la ciudad donde acuden los matrimonios en crisis para hallar una solución. Terminan finalmente separados, pero al menos han ido a Praga. Y eso no es poca cosa, oiga, que diría Rajoy. Praga bien merece un viaje. Hubo unos señores que querían conocer Nápoles y terminaron de crucero por el Rin. Curioso cambio, cuando menos. El caso es que te lo cuentan como una hazaña. "Fíjate, jajajá. Acabamos en un barco por Alemania en lugar de hacernos fotos junto a un póster de Maradona". Y te ríes por cortesía, claro. En un restaurante vas derecho a probar el steak tartar, pero el metre te enreda, te cuenta el género que ha "entrado del día" y acabas con un plato de pollo de corral al curry. Y créase usted que es de corral... ¿Pero qué ha pasado? Que saben que hay un perfil de consumidor que no quiere pensar. Pretende que se lo den todo hecho. Cuando no se tiene criterio se asume el ajeno. Y eso es un riesgo tremendo. Se acaban dando bandazos de los que uno se arrepiente siempre, aunque no lo reconozca en público. Y nada más frustrante que equivocarse con los planteamientos de otro.
El criterio propio es una herramienta tenida como muy peligrosa. Quien tiene criterio propio es un sospechoso de todo. Si vas a comprar una camisa no puedes salir sin camisa, pero sí con una chaqueta nueva. Es señal de que alguien ha olido debilidad y te ha colocado su producto. El que le interesaba al vendedor, no a ti. El vendedor hábil huele la debilidad y crea la necesidad. Ocurrió con la banca y así nos fue. El personal pedía el préstamo hipotecario para el piso y terminaba con varios más para los muebles, el coche y las vacaciones de la playa. Todos recordamos el doloroso final de aquellos años del cuerno de la abundancia. Así ocurre también cuando uno pide una tela concreta para un traje de novia y acaban colocándote uno de rombos. ¡Alarma roja! En la España actual, por ejemplo, tenemos un Gobierno sin criterio propio. Estamos a la espera de la música que interprete la insaciable orquesta separatista. ¿Un pasodoble, un vals, una ranchera, un bolero? Todos a bailar. Nos huelen la debilidad desde lejos. Podemos querer hacer una cosa, pero haremos otra bien distinta. Solo es seguro que acabaremos en Praga. Separados y evaluando unos daños que tal vez sean irreversibles.
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