La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
La aldaba
Nos dan la matraca con las olas de calor y los colores de las alertas, sufrimos una verdadera barrila, un machaque y un suplicio con recomendaciones elementales que tienen el efecto del tormento. “El exceso de información genera ruido”, era de las pocas enseñanzas útiles de la Facultad de Periodismo. El problema no es que haga calor en la Sevilla de julio, cosa de lo más natural, sino la imagen de sufridos trabajadores en plena faena bajo el sol y con el termómetro en peligrosa aproximación a los 40 grados, que todavía recordamos a los de una obra en la Plaza Virgen de los Reyes el pasado año. O la de personas mayores que viven sin refrigeración. Los actos sociales deberían estar prohibidos en cuanto empiezan los días del calor. O, al menos, dispensar de la media etiqueta. Es insufrible la imagen de señores de chaqueta y corbata con un calor tórrido y de noches tropicales. Muchas veces el Rey da ejemplo cuando avisa que se presentará a un acto en guayabera. Y Juanma Moreno se pone la mar de contento y saca la suya. Hasta selectos clubes de Sevilla permiten almorzar con el cuello de la camisa abierto en la temporada de verano. Vas por la calle trajeado este mes de julio y los turistas te sacan fotos. Hasta te piden que te pares un segundo, please. Cualquier día la Policía nos pide el DNIsi nos ven con el uniforme de cuchipanda para tenernos fichados, pues vestirse así en estos días de castigo debe ser un síntoma suficiente como para desconfiar de quien vaya de tal guisa.
Hay dispensas de cuaresma para no guardar la vigilia, pero no de corbata en la Sevilla de verano. No está escrito el manual de seguridad e higiene en los actos sociales en capitales que sufren casi un semestre de riesgo de calor. Y tampoco el catálogo de los sevillanos con cara de calor todo el año. ¿No los hay con cara de Madrugada de Viernes Santo, con esa piel cetrina y la perenne sensación de sueño; no están los caratristes o los caralápidas? Pues todos conocemos a algún caracalor. Te encuentras un caracalor estos días y se intensifica el efecto de la ola. Con y sin corbata. Y en cuanto les dices que la Aemet anuncia el fin de la segunda ola te están diciendo con el rostro compungido que se tratará solo de una tregua muy breve, que pronto estaremos de nuevo en alerta amarilla con mínimas que rondarán los 30 grados, que no podremos soportar ni en la playa y que esto es un castigo divino. El tío con cara de calor te angustia con su aspecto y con su discurso técnico-agobiante. Es peor que una corbata en una cuchipanda. Son los picudos rojos del verano.
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