La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Minerva, la diosa del gobierno local
Llegó uno de esos días que aparecen remarcados con gruesos caracteres en la vida de un club, de cualquier club. Primer asalto de una semifinal de Copa es un plato que se sirve de vez en cuando y al Betis le toca ir hoy a Vallecas. Y aparece la cita en plena digestión del tropiezo del domingo ante el Villarreal y esto tiene de bueno lo pronto que llega la oportunidad de revertir el estado de ánimo. Se trata de turno de ida de una semifinal de Copa del Rey, casi nada.
Y el acontecimiento llega con la mala nueva de la baja de Canales, uno de los puntos donde se apoya el trípode verdiblanco. Una baja de considerable peso, pero que no debería influir lo más mínimo en este tiempo de vísperas y menos aún cuando el lorquino Sánchez Martínez ordene zafarrancho de combate en Payaso Fofó sin número. Es un tobogán tremendo el que la tropa bética ha de afrontar hasta la vuelta con el Rayo y esta ausencia de Canales es el anticipo de la de Fekir en San Petersburgo.
Pero no caben quejas por ausencias, ya que es un peaje que todos han de pagar a medias por lo denso del calendario y el resto por la presencia en nuestras vidas del bichito cabrón. Sólo cabe pensar en lo mucho que esta noche se juega el Betis, que aunque es duelo con segunda bala, claro está que quien da primero da dos veces y que no es bueno dejar para mañana lo que pueda hacerse hoy. Y así, con la dentadura bien apretada, es como el Real Betis Balompié ha de embocar este primer envite.
Con la Cartuja como ilusionante tierra prometida, el Betis no puede caer en el pecado de un exceso de confianza o de un subidón imprudente de autoestima. Enfrente hay un rival muy sólido, que sabe a qué juega y que se mueve como pez en el agua en su rodeo. Las condiciones de Vallecas también hipotecan en exceso los partidos, por lo que cantar victoria antes de tiempo sería de una insensatez estratosférica. Hoy puede ser un gran día, pero de momento sólo es un Día D, uno de tantos.
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