La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Por dónde entra el sanchismo en Sevilla
Sevilla/El futuro de Abengoa es un asunto que trasciende de una lectura provinciana. Hace muchísimos años que la compañía dejó de ser únicamente la nave mayor de la escuálida flota de la industria sevillana para experimentar un crecimiento de gigante. Su agonía es comparable en clave local a la pérdida de la Casa de la Contratación. Con la expansión que tuvo la empresa y en un mundo globalizado como el de hoy, esta perspectiva es corta, no se ajusta a la realidad. El porvenir de Abengoa, cuando menos, es una cuestión andaluza. Son malos tiempos para el rescate de una empresa, pues el contexto no es el de los años noventa de la pasada centuria. El problema, no obstante, lo tenemos delante de nuestras narices. Podemos ser de todo menos indolentes. En una tierra ayuna de emprendedores, con una red de grandes compañías bastante reducida y con universidades donde la mayoría de los alumnos sueñan con ser funcionarios, alguien tiene que hacer algo para, al menos, no quedarnos de brazos caídos.
Está bien que el alcalde de Sevilla, Antonio Muñoz, haga las veces de una suerte de moderador de la curia y de árbitro de las administraciones mayores: la autonómica y la estatal. No estaría de más que se sumaran otros responsables de la administración local andaluza. “Debe existir un compromiso de todas las administraciones públicas; la plantilla nos solicitó que el Ayuntamiento sirviera para unir, para establecer vías de diálogo y para colaborar en la búsqueda de soluciones”, dijo ayer el alcalde sevillano al anunciar la convocatoria de una reunión el próximo lunes con representantes del Ministerio de Industria, la Consejería de Economía y la dirección de Abengoa. Si la SEPI nos ha dejado tirados, habrá que apurar al máximo otras vías. Más de 14.000 empleados merecen un esfuerzo. Ser una de las primeras empresas andaluzas por volumen de facturación (1.250 millones de euros en 2020, el 90% procedente del extranjero) exige que alguien lleve a la práctica eso tan manido de la política como arte de lo posible y el instrumento para cambiar las cosas.
Recuerdo ahora las razones que dio en el Parlamento la siempre sensata consejera de Empleo, Rocío Blanco, para negar la ayuda autonómica de 20 millones de euros solicitada hace dos años. “No hay instrumentos financieros ni mecanismos legales para conceder la ayuda”. “La crisis de esta empresa no es por culpa de la Junta”. “Los problemas de Abengoa vienen de atrás y no se solucionan con una aportación de la Junta de 20 millones”. Este es el contexto y este es el pasado. Pero no nos podemos quedar quietos. En ningún caso. Que tenga suerte el alcalde por el bien de todos. El perro flaco de la industria andaluza no soporta otra pulga.
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