¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El arte de renombrar un puente
La aldaba
La amnistía está varada en el Constitucional y acabará también paralizada en el tribunal europeo. Este pavo tiene asegurado un buen menú de guindas. Pasan los meses y Puigdemont sigue fuera de España. Y tantísimos otros siguen sin beneficiarse de una ley vergonzosa y diseñada (nunca se olvide) para que un señor amanezca cada día en la Moncloa, no para buscar la concordia, ni para el reencuentro de España con Cataluña, ni para devolver al ámbito de la política lo que nunca debió acabar en el de la Justicia. Conviene recordarlo con frecuencia para no hacernos trampas al solitario. No hay amnistía de momento porque el texto legal está cuestionado por la derecha y hasta por la izquierda. Los plazos y el proceso mandan, el Gobierno ya no puede hacer más y el tiempo corre elevando las facturas de luz de la residencia de Waterloo e irritando el ánimo decadente del tipo que se fugó en el maletero de un coche. La muchachada de Junts sufre un gran berrinche desde que el Gobierno alcanzó un acuerdo con ERC. No hay tila Alpina suficiente para calmar a la portavoz Nogueras. Qué barbaridad, qué ímpetu, qué crispación, qué enojo de diosa ofendida... El separatismo siempre es insaciable y, como tal, poco inteligente para no saber qué el Gobierno tiene limitado su poder. Pero ellos reclaman y exigen al Ejecutivo lo que sencillamente corresponde al Judicial. Aspiran a la cómoda ventanilla única.
El vellocino de oro de la amnistía se ha quedado por el momento en el muñequito de un rosco de reyes. Junts eleva el precio de su apoyo. Nadie dude de que forzará la mayor humillación posible:hacer hincar la rodilla al presidente del Gobierno y obligarle a visitar al prófugo. Santos Cerdán es poco ya para un líder separatista decadente, furioso y que disimula mal la irritación. Puigdemont se debe sentir timado mientras Salvador Illa (Dios, qué buen vasallo si tuviese buen señor) genera un ambiente de normalidad institucional en el arranque del mandato con su feliz visita al Rey en la Zarzuela y su ronda de recepciones a todos los partidos. La segunda parte del berrinche separatista vendrá cuando Sánchez tampoco pueda cumplir su compromiso con Esquerra. No habrá cupo catalán. O, al menos, no como exigen los nuevos influencers catalanes de la Moncloa. Pero el presidente habrá cumplido su objetivo:ganar noches en el Palacio de la Moncloa. Dentro del palacio todo es posible, fuera de sus muros el frío es polar. Así pasan los días. Entre promesas y timos, con una política de bajo vuelo.En el fondo son unos trileros.
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