Monticello
Víctor J. Vázquez
El auxilio de los fantasmas
Qué desparpajo tuvo el tío cuando abandonó la reunión con una voz tronante mientras se oía la batida del escobón recogiendo cáscaras de cacahuetes y servilletas hechas un guiñapo: “¡Señores, queden ustedes con Dios que mañana me tengo que levantar a las doce!”. Se marchó por la calle Mateos Gago mascullando palabras con el habla balbuceante y la verticalidad comprometida. Los que se quedaron en la taberna metidos ya en deshoras apenas intercambiaron un par de comentarios sobre el tipo cuando se dispusieron a arreglar otros mundos en el feliz contexto de la sociedad del bienestar en clave sevillana. Los gurús cobrarían ahora por denominar la situación como “zona de confort de ámbito local”. Y por esas definiciones se lo llevan calentito de los incautos clientes. Empezaron a arreglar las cosas como si se estuviera grabando un capítulo de El Palermasso de Antonio Garrido. “Lo de las colas en los bares lo arreglo yo en diez minutos para que los sevillanos podamos entrar de nuevo donde siempre hemos entrado, que esto nunca había pasado”. “Hombre por Dios”. “El Cabildo Catedral tiene que dejar de presumir en las redes sociales de los miles de turistas que recibe al día. Eso se arregla en diez minutos, que ya está bien de publicar esos datos. Eso nunca se ha hecho”. “Hombre por Dios”. “El próximo bar que me ponga una tapa junto a la cerveza sin haber pedido nada de comer, ¡expediente al canto del Ayuntamiento! Eso no es costumbre de Sevilla más allá de los altramuces o aceitunas resecas”. “Poco me parece que se cobren tres o cuatro euros por visitar la Plaza de España, que cada día la dejan hecha un estercolero entre los bailarines ambulantes, los mochileros, los zarrapastrosos de los pantalones cortos y los tíos de las sandalias modelo apóstol y los tatuajes patibularios. ¡Poco pretenden cobrar!”. “¡Hombre por Dios!”.
“Hay que meter música de capilla en el Icónica Fest. Mañana llamo a Javi Esteban para que incluya un concierto de oboe, fagot y clarinete. ¡Lo arreglo en diez minutos! Y seguro que va Oseluí en primera fila”. “¡Hombre por Dios!”. “Antonio Castaño que haga una campaña para que se sepa que aquí hace tela de calor en verano, que esto es insoportable. Que pongan la foto de los termómetros a 45 grados con el lema Sevilla, la roja. Pero roja de calor insufrible, porque aquí ya los rojos pintan poco. ¡Que no venga un turista hasta octubre!”. “Y quiero numerus clausus de veladores, de aspersores de agua, de listas de bebidas con Aperol y de paelladores. ¡Lo arreglo en diez minutos!”. Cuando despertó, Sevilla seguía allí. En su cabeza sonaba aún el vaivén del escobón. Y alguien que le daba la razón: “¡Hombre por Dios!”. Y luego se preguntan como Alvise Péez ha sacado 800.000 votos. No sólo la justicia es un cachondeo. España entera. Y algunos nos criamos con los 800.000 puestos de trabajo que prometió Felipe en el 82. Ha tenido que ser un sevillano el que mancille una cifra icónica. Esto nunca había pasado, ¡hombre por Dios!
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