Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Risto Mejide anunció el pasado lunes el nuevo fichaje de la ex ministra Irene Montero para su programa Todo es mentira. Nunca estuvo tan bien puesto el nombre de un programa de televisión que, con el pretexto del humor, es el más político de todos y, si me apuran, el más sectario. Además, de un estilo periodístico policíaco que recuerda más a una comisaría franquista que a uno de aquellos programas de política de los inicios de la democracia, tan buenos. En este espacio de sobremesa ya no se sabe bien qué contertulios son políticos o periodistas, porque cambian los papeles con la facilidad que Sánchez cambia de criterio. Los tres últimos fichajes han sido el popular García Albiol, el socialista Juan Lobato y la podemita Irene Montero, tres buenos humoristas.
En este programa estuvieron una hora el pasado martes tratando de que dimitiera el presidente valenciano Carlos Mazón, al que Risto ya había condenado como único responsable de la catástrofe, ejerciendo de juez. O sea, con los papeles cambiados. No me extrañaría que anunciara hoy mismo el fichaje sorpresa de Joan Baldoví, de Més-Compromís. Da la impresión de que hay que buscar el equilibrio entre los que odian a la derecha y los que odian a la izquierda, para que la bronca diaria esté asegurada. Dicho esto no sé qué hace el popular García-Margallo en ese programa midiéndose a veces con contertulios llenos de odio que no le llegan intelectualmente ni a los tobillos. A ver qué va a hacer ahora teniendo delante a Irene Montero tirándose a su yugular con una hoz y un martillo.
No estaría mal que hubiera tertulias televisivas o radiofónicas de grandes periodistas, por un lado, y de políticos por otro. Sobre todo para que el periodismo vuelva a ser algo limpio y no lo que es ahora, aunque soy consciente de que generalizar suele acarrear injusticias. No hay nada más patético que un periodista diciendo en televisión que critica a la derecha pero que también critica a la izquierda, como justificando que tiene que defender a quien lo ha puesto en el programa pero sin que se note demasiado, como si no supiéramos diferenciar entre un buen periodista y un sicario. Cuando hay una catástrofe o un atentado es cuando más se nota que se cambian los papeles de manera descarada, con los periodistas queriendo ser políticos y éstos queriendo ser periodistas.
Lo peor de todo es que estos reñideros de periodistas y políticos dan buenos datos de audiencia, que lo justifica todo. También distraen la atención de los ciudadanos, que viendo en esos programas a políticos investigados por corrupción, como si no pasara nada, acaban viéndolo como algo normal.
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