Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
La aldaba
La crisis migratoria es una de las grandes preocupaciones del Papa Francisco junto con las guerras. La de Rusia contra Ucrania le hizo llorar un 8 de diciembre ante el monumento a la Inmaculada en la Plaza de España de Roma. Y no cesa de clamar para que Israel y Palestina puedan convivir en paz. La principal y prácticamente única autoridad moral del mundo fue rotundo en la memorable visita a Lampedusa. “Sólo me viene la palabra vergüenza, es una vergüenza”, así se refirió al trágico naufragio ocurrido en julio de 2013. Uno de tantos. Fue una de sus primeras salidas sonadas del Vaticano. Dejó clarita la lista de prioridades de su pontificado. En España tenemos nuestra particular Lampedusa. Se trata de las Islas Canarias, aunque muchos sientan que es un problema lejano, o sencillamente prefieran no tener una noción precisa de la gravedad de los hechos. Francisco ha señalado ya con nitidez a las Canarias, consciente de la necesidad de poner el gran foco en el archipiélago cuanto antes. Quiere viajar personarse allí donde están llegando cientos de desgraciados a la búsqueda de un futuro, un asidero, una oportunidad para vivir con dignidad. Y todo esto, al menos, se puede decir de cuantos alcanzan la costa, porque ignoramos los que se quedan en el camino. La presencia de Francisco sería un aldabonazo para que toda Europa sepa dónde hay otro punto negro, delicado y muy sensible de la crisis migratoria.
El Papa quiere estar aunque sea por unas horas. Y Canarias necesita esa visita para que se imponga el orden en las prioridades de unas autoridades que discuten por porcentajes, criterios y dineros mientras no cesa la llegada de criaturas que cada vez son de perfiles más distintos. A las costas no están llegando solamente jóvenes de familias en situación de vulnerabilidad. No, claro que no sería un viaje apostólico a España, como los cinco de Juan Pablo II o los que hizo Ratzinger, sino a un lugar marcado por la desgracia para tocar con fuerza la campana de las conciencias. Esperamos que el Gobierno facilite esa visita, que puede ser una escala en un viaje de más largo recorrido o un periplo realizado con ese único destino. El Papa es el que puede, al fin, recordar que las Canarias son Europa. Que la crisis migratoria es un problema de Europa, no solo de España. La vergüenza no es patrimonio exclusivo de Lampedusa, se extiende en un mundo con cada vez mayores brechas. Los viajes de los papas no son ya a naciones afines con estadios llenos de fieles, sino los de un verdadero urgenciólogo de las conciencias.
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