El Palacio de Magdaleno

La aldaba

Santander tiene el Palacio de la Magdalena y Sevilla ya tiene el de Magdaleno, el empresario que mantiene el de la Motilla en todo su esplendor

¿Ha vendido Sevilla su alma al turismo?

La defensa de la ciudad

El patio del Palacio de la Motilla, engalanado en la noche del pasado sábado.
El patio del Palacio de la Motilla, engalanado en la noche del pasado sábado. / M. G.

24 de marzo 2025 - 04:00

Este periódico que honra usted con su lectura avanzó el 2 de abril de 2022 la operación más importante de enajenación de patrimonio histórico-artístico después del denominado Pacto de Cesión Institucional del Palacio de San Telmo. El empresario Mario López Magdaleno se hizo con la propiedad del Palacio de la Motilla, el histórico inmueble con fachadas hacia las calles Cuna y Laraña. López Magdaleno, que cuenta con sociedades de ingeniería y tecnológicas como Magtel, Explotaciones Mineras del Andévalo o Tharsis Mining, compró el inmueble por un total de 14 millones de euros. Algunos (y alguna) se echaron las manos a la cabeza. Se habló de un intento de revuelta de cierto sector de la aristocracia para frenar la operación. Fue por momentos irrisorio. El marqués de Valencina tenía el cien por cien del pleno dominio, por lo que no tenía que consultar ni pedir el plácet de nadie, y el empresario López Magdaleno tenía claro el interés en comprar el palacio al igual que ha adquirido otros fuera de Sevilla. Se entendieron perfectamente. Uno tenía sus razones para vender y otro su ilusión en comprar. Se llamaba y se sigue denominando libre mercado.

"¿Qué será del edificio?" "¿Acabará barbarizado?" "¿Qué podemos hacer contra su segura degradación?" Algunos personajes de la Sevilla supremacista e impertinente se hacían esas preguntas en los aperitivos (sin tapa) con esa actitud indignada que instintivamente abre las aletas de la nariz como el que ha pisado una catalina pestilente. De ninguna manera. Tres años después se comprueba que el palacio está perfectamente cuidado. La arquitectura no ha perdido esplendor, las paredes no tienen desconchones, las arañas funcionan a pleno rendimiento, las maderas están en perfecto estado de conservación y, por supuesto, el patio principal de la planta baja deja con la boca abierta a cualquiera por su exquisita belleza, potenciada por la banda sonora de la lluvia y de la cascada de agua de la fuente central. Muchos sevillanos y visitantes pudieron comprobarlo el sábado con ocasión de una celebración familiar del presidente de la Fundación Cajasol, Antonio Pulido. Las flores, unas bellísimas calas dignas de la Virgen de la Soledad, y la luz delicada de las velas realzaban la escalera principal. Veremos en el futuro si una parte se abre para el uso hotelero. ¿No tiene Santander el Palacio de la Magdalena, tan vinculado a la figura de Alfonso XIII, y que vemos en los telediarios de verano gracias a los cursos universitarios? Pues en Sevilla tenemos el Palacio de Magdaleno. El mantenimiento de los privilegios, caprichos y singularidades hay que pagarlo. No hay revuelta de aperitivo que los salve. Sobre todo cuando los protagonistas evitaban el coste tapa y se conformaban con las aceitunas. La Sevilla del siglo XXI no se decide en el bar inglés de Pineda.

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