Dos palabras bastan: Gran Poder

23 de agosto 2024 - 03:08

El Papa ha recomendado a los seminaristas que lean más novelas y poesía “para educar su mente y su corazón”, haciendo un hermoso elogio de la lectura: “Nos abre nuevos espacios interiores que nos ayudan a no cerrarnos en esas pocas ideas obsesivas que luego nos atrapan de manera inexorable. Al leer, el lector se enriquece con lo que recibe del autor y esto le permite hacer florecer la riqueza de su propia persona. La literatura proporciona un acceso privilegiado al corazón de la cultura humana y del ser humano”.

Imposible no estar de acuerdo con él. Una vida sin lectura es vivir en una habitación sin ventanas, es decir, sin ventilación intelectual y sin vistas sobre los otros y sobre el mundo. Leer permite vivir y sentir las experiencias y reflexiones de quienes son mejores que nosotros: maestros o guías del vivir.

Habría estado bien que a la lectura de novelas y poesías hubiera añadido el arte y la música no solo, pero sí, sobre todo, religiosos. Meditaciones sobre los iconos, las pinturas románicas o las esculturas góticas y barrocas. Y una sensibilización musical que vacunara a los seminaristas contra el guitarreo y les hiciera volver a apreciar el sentido trascendente de la gran música religiosa, desde el ambrosiano y el gregoriano hasta Messiaen pasando por los polifonistas y, por supuesto, por Bach, el músico que “hace germinar a Dios “, como escribió el ateo Cioran que, tras oír un oratorio, una cantata o una Pasión, se decía: “Él tiene que existir”.

En lo que al arte se refiere, pensé lo siguiente al leer las palabras finales del papa: “Un conocimiento asiduo de la literatura puede hacer que los futuros sacerdotes y todos los agentes pastorales sean aún más sensibles a la humanidad plena de Cristo en la que su divinidad se derrama plenamente”. Si sentir germinar a Dios es más cuestión de la música que de la novela y la poesía, ser más sensible a la divinidad de Cristo derramándose plenamente en la humanidad plena de Jesús Nazareno es más cuestión del arte. De los iconos de san Andrei Rubliov al Cristo de Velázquez, del Cristo de San Damián que le reveló a San Francisco su misión a la Santísima Trinidad de El Greco, del pantocrátor de Tahull a la crucifixión blanca de Chagall.

Bien lo sabemos en Sevilla, donde las doce palabras que utiliza el Papa –“humanidad plena de Cristo en la que su divinidad se derrama plenamente”– se resumen en dos: Gran Poder.

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