¿Que yo pago la luz en dólares?

La aldaba

Yasmina me llama a diario para timarme desde un 621 al anunciarme una tragedia si no accedo a un acuerdo sobre la factura de la luz

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Un teléfono móvil
Un teléfono móvil / M. G.

19 de noviembre 2024 - 04:00

Estoy a punto de felicitarle las pascuas si me sigue llamando a mediodía y al final de la tarde con tanta insistencia. Por más que bloqueo el número que comienza por 621, ella siempre gana, siempre se sale con la suya, siempre me embiste con la matraca. Persevera, es constante y casi nunca se desespera. Yasmina me pregunta por el recibo de la luz, me asegura que no me he acogido a no sé qué oferta, que no he renovado las condiciones que dice que pacté en su día, que me enviaron una carta que no he contestado y que si no respondo a las preguntas que me formula en el transcurso de la llamada telefónica en curso no me podré acoger a las tarifas económicas reducidas. Se sabe mi DNI con la letra incluida, maneja mi número de teléfono y amaga con chulearme con más datos del consumo eléctrico. Infunde terror. Parece estar a punto de saber lo que gastaron los niños en luz con la cera de la última Semana Santa. ¡Menos mal que llovió! El problema de Yasmina, que ha irrumpido en mi vida cotidiana con vocación de aguantar más que Sánchez en la Moncloa, es que en una de las llamadas entró en diálogo con su víctima, que era un servidor de ustedes. ¿Y cuánto dice que pagué en mi último recibo?, le pregunté. Y la áspera Yasmina se tiró como Ruiz Miguel en la suerte suprema ante un miura: "Pagó usted cien dólares en su última factura". Y siguió parloteando de acuerdo con el protocolo que dicta que lo primero es no dejar hablar al interlocutor, ocupar los espacios, convencer a base de imponer un relato alarmista y todas esas estrategias de las que nos advierte Rubén Sánchez, el señor de la Facua, el patrón de los consumidores al que estamos a punto de sacarlo en procesión exraordinaria para que proteja a tantos incautos que recibirán esa llamada de las Yasminas a sueldo.

A estas alturas de la película es la mar de curioso eso de pagar la luz en dólares. Tururú. Uno se acuerda de las personas mayores, vulnerables y que atienden de buena fe a quienes les llaman sabiendo su DNI para ser intimidados con una suerte del clásico sé donde vives. Seguro que muchos cometen el error de dar los datos bancarios y, si es necesario, la marca de la primera papilla tomada en el hospital. Los jefes de las Yasminas deben estar faltos de liquidez porque arrecian las llamadas intimidatorias y de contenido tan absurdo como peligroso. Cuando volvieron a llamar pregunté por mi última factura en dólares. "Usted sabrá", me contestó la prima de Yasmina en un tono ya insolente. "No, señorita, lo sabrán ustedes que tienen hasta mi DNI". Y me colgó. ¡Qué grosería la de esta nueva Yasmina! Esperaba que me dijera de nuevo alguna cifra en dólares. Qué ingenuo. Debió protegerme el blindaje de la inocencia. Y me mató la curiosidad, que pagué con el desprecio de Yasmina. La última vez que manejé dólares fue por el estipendio que me correspondió como improvisado monaguillo de un obispo mexicano, monseñor Tapia Méndez, que fue recibido en la Hermandad del Cachorro. Y de eso hace décadas. Si Yasmina llama de nuevo le pediremos la dirección para mandarle una cajita de yemas El Ecijano. Y le felicitaremos las pascuas con un aguinaldo. En dólares, naturalmente.

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