
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Al suelo que vienen los vaticanistas!
La aldaba
En noviembre, mes de los difuntos, supimos del cierre de la tienda Derby de la calle Albareda, al frente de la cual estaba ya la tercera generación de la familia fundadora. Ahora se atiende al cliente en una primera planta de la calle Tetuán, como ya hizo O'Kean cuando se mudó de la Plaza Nueva a un local en O'Donnell. Las sastrerías apuestan por lugares más amplios que permitan un trato más personalizado y, por supuesto, locales más económicos que una planta baja por la que las franquicias están dispuestas a pagar un buen alquiler con tal de asegurarse una ubicación de privilegio. En los antiguos y elegantes escaparates de Derby se anuncia la oferta de paella del cercano negocio llamado La Cocina de Kevin. El futuro parece claro. Si camina como un pato, grazna como un pato y nada como un pato, entonces es... un pato. Es un nuevo bar en un verdadero agujero negro de la hostelería. De lo que menos se ven ya por General Polavieja y Albareda son a concejales del Ayuntamiento en conciliábulos de café. Un negocio echa la persiana por cierre definitivo o mudanza aconsejable u obligada y siempre aparece... un bar. En esa tienda de Derby hemos visto encargar trajes a clientes que venían expresamente de Madrid, al igual que muchas señoras de Sevilla cogen el AVE para comprar en las joyerías de la capital y asegurarse la exclusividad en el diseño.
En su día se formó la milla de oro del gin tonic con el rosario de bares de copas de la calle Arfe. Pues tenemos una ruta de la paella a las puertas de un Ayuntamiento al que no pocos días colocan veladores y pizarras con los menús en la misma puerta de las oficinas municipales del Edificio Laredo del negocio de la esquina de General Polavieja. Debe ser cosa del turismo de lujo que viene en los cruceros. Los hechos probados son los que son. Donde había una exquisita perfumería inglesa en la Plaza del Salvador, con una fachada de elegantes azulejos, hay ahora una tienda con decenas de carteles con la oferta de bocadillos y bebidas en tonalidades estruendosas. Pura contaminación paisajística. Donde se tomaban medidas para trajes de caballero hay ahora carteles que anuncian paellas y otros platos. Solo queda encomendarse para que los nuevos locales no contribuyan al afeamiento galopante que sufre el casco histórico con esos paneles horrorosos que son más propios de los bodegones de la calle del infierno. ¿Recuerdan cuando en Andalucía estábamos llamados a ser la California del sur de Europa? De momento, la impresión en Sevilla es que nos consolidamos como el comedero del sur de Europa. Los negocios elegantes y exclusivos se repliegan. Los de yantar que están enfocados al turismo consolidan posiciones. Se extienden como las promociones de adosados en el Aljarafe en tiempos de boom inmobiliario. Cuando nos caigamos de esta moda, al menos tenemos claro que lo haremos sentados... en un velador.
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