¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Opinión
HA muerto Manuel Ramón Alarcón, el padre de mi hija/o, catedrático de Derecho del Trabajo y Magistrado de la sala de lo social del TS. Escribiré este obituario desde lo más hondo, como mujer, porque creo que la expresión de los sentimientos es básicamente femenina. Nos relegaron a este mundo y por eso sabemos expresarlo mejor que los hombres. A estos les fue vedado el mundo privado, como a nosotras el público, y esta escisión ha producido, y produce, tanto dolor que aún angustia.
Podría escribir del Manuel Ramón Alarcón catedrático de Derecho del Trabajo de las Universidades de Barcelona y Sevilla, del decano de la Facultad de Derecho, del magistrado de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo, ponente de la resolución favorable a los trabajadores del ERE de Coca Cola, del líder estudiantil de finales de los 60, de aquel candidato que en las elecciones del 77, recogiendo firmas en las calles, lo fue del Frente de Unidad de los Trabajadores (FUT), de sus libros y artículos sobre el movimiento obrero, convenios colectivos, seguridad social y tantas otras cosas, pero quiero escribir del padre de mis hijos, que fue mi compañero de curso en la Facultad de Derecho en los años 60, la de Felipe González, Rafael Escuredo, Pepe Griñán, Rodríguez de la Borbolla, por citar a los mediáticos, y otros muchos más que fueron sus amigos siempre: Rafael Sánchez Barriga, Pepe Salazar, Tomás Iglesias, Ángel Monge y algún otro, entre los que destacará, siempre y para siempre, Emilio Pujol.
Sólo estuve casada con Manuel Ramón 10 años, y nos separamos hace ya 35; fue una separación razonable, nunca nos tiramos los trastos a ninguna cabeza, porque éramos iguales: estudiamos en el mismo curso, hicimos la tesis doctoral en los mismos años, las primeras oposiciones a adjuntos de Universidad, y tuvimos dos hijos, Clara y Ramón, nuestras joyas. Nos separamos cuando eran pequeños, pero hoy, ya hechos mujer y hombre, son como no podíamos ni soñarlo. Han sido su apoyo incansable en estos dos meses de dura enfermedad. Cuando ellos no estaban, se ponía triste y cuando quería algo, los llamaba.
Manuel Ramón tuvo dos hijos más, Luis y Fernando, con María Luisa Amores, que son tan hermanos de mis hijos que hay veces que creo que son también algo mío; y, realmente, lo son. Tenemos cuatro nietos: Ramón, Juan, Carlos y Elena. Siento que se haya muerto tan pronto sin verlos crecer. Era bético, capillita, ateo, currista y muy de izquierdas. Yo fui siempre la "revisionista".
Se volvió a casar, por tercera vez, con Margarita Aizpuru. Y aquí nos quedamos l@s que le quisimos: mujeres, hijos, sus cuatro hermanas, cuñados varios, amigos, compañeros y discípulos a mansalva. Pónganlo en femenino todo, porque el masculino no nos incluye. Descansa en paz, Manuel Ramón, aquí seguiremos diciendo: "Eres igual que tu padre", pero para nuestra fortuna, y sólo entre tú y yo, son aún mejores. DEP.
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