La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lección de Manu Sánchez
Puntadas con hilo
Seguro que le ha llamado la atención más de una vez ver cómo, durante años, desde que acabó la Expo, muchas de las pérgolas que daban sombra a la Cartuja permanecían amontonadas cual chatarra en los aparcamientos de la bancada del río. ¿Es que ese ingenio bioclimático no tenían un mejor destino? Seguro que sí, unas siguieron en el recinto, otras fueron reutilizadas en parques, estaciones y hasta en el Puerto de Algeciras y junto a la plaza de toros de Espartinas. Otra cosa es el estado de conservación que mantengan, pero vida se les dio.
Las pérgolas apiladas que las familias acampadas en la zona han ido saqueando por partes están a la vista. Pero hay otra carne de chatarra (así la definía un informe municipal hace tres años) que se mantiene desde 2011 arrumbada en unos almacenes del Estadio de la Cartuja. Se trata de la cubierta adquirida por el Ayuntamiento de Sevilla para la celebración de la Copa Davis de 2011. Era la segunda, porque Sevilla ya acogió otra final de este torneo en 2004, compró para la ocasión otra cubierta, la almacenó en un solar municipal y, por un descuido, acabó en una chatarrería de Palmete cuyo dueño se hizo cargo de la limpieza del terreno. Más que un robo, fue un escandalazo, una negligencia del gobierno en manos entonces de la coalición PSOE-IU.
Y de nuevo más ruido. Cuando Sevilla volvió a ser sede de la Copa Davis el gobierno, ya en manos de Juan Ignacio Zoido, se empeñó en comprar otra instalación y gastó en ello cerca de un millón de euros con el argumento de que luego se podría reutilizar. Con el tiempo se supo que realmente aquello era un timo. En el momento de la compra ya se advertía que cualquier futuro uso permanente de la cubierta era muy complicado, pues no fue diseñada para tal. Y Zoido pasó tres años dando pares y nones, pidiendo presupuestos y pensando en colocarla en el Parque de los Príncipes, repartirla entre las instalaciones deportivas de la ciudad. El popular se fue de la Alcaldía dejando en el cajón un plan de reutilización que pasaba por su desguace y reciclaje en otros puntos. Y cuando el socialista Juan Espadas se situó y le echó un vistazo al plan concluyó tajantemente que aquello era un gran marrón heredado, que cualquier salida era muy gravosa, tanto como el alquiler del almacén donde ha permanecido la cubierta desde 2011. Solución: venderla como chatarra.
En aquel momento las declaraciones, en boca de la concejal Carmen Castreño, sonaron igualmente vergonzosas. La broma de la cubierta ha superado ya el millón de euros: más de 100.000 euros se han pagado por tenerla custodiada en unos sótanos. Hace ya tres años que Espadas decidió que su objetivo era dejar de pagar y venderla, como chatarra o lo que sean los tubos en gran parte oxidados. Y es ahora, un rato antes de acabar el mandato, cuando prepara los pliegos para vender la carpa. La última factura del almacén fue de más de 11.000 euros. O la penúltima, porque expiró el 30 de abril y se pagarán 1.116 euros más para cubrir los gastos hasta el 4 de junio. De escándalo.
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