Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Cuando la lectura no se alienta desde las escuelas, cuando menos la celebración de centenarios se convierte en ocasión para recuperar autores que permanecen en frío y triste olvido. Pero, a veces, ni siquiera esas habituales señales conmemorativas se encienden. Y así ha transcurrido ya buena parte del 2024 sin que apenas se repare que se cumple el segundo centenario del nacimiento de uno de la autores andaluces más merecedor de ser recordado: Juan Valera, nacido en Cabra en 1824, quizás nuestro escritor más completo y con una entrega más entusiasta y valiosa a la creación de todo tipo de obras. En principio, podría pensarse que su olvido es un caso aislado, pero más bien debe responder a la atonía general en la que yace la literatura andaluza del pasado, por importante que sea. Ni tiene lectores, ni las instituciones que debían fomentar el conocimiento de tal patrimonio le dedican un solo segundo. Sin embargo, fue Valera el autor que descubrió con sus novelas la vida cotidiana andaluza, proporcionando los primeros y mejores testimonios de la convivencia en sus pueblos. Con fina mirada de observador y antropólogo penetró en campos, hogares y fiestas, husmeando sus alegrías, pero también conflictos y represiones. Por eso, hilvanando sus novelas su puede reconstruir el mejor mosaico de la Andalucía del XIX. Supo adoptar su estilo a una demanda popular deseosa de verse por primera vez retratada, incluyendo, además, un necesario mordiente crítico. Pero si Andalucía fue el objetivo de su narrativa, paralelamente, el Valera viajero, diplomático, buen conocedor de las lenguas clásicas y literaturas extrajeras, mostró oportuno olfato crítico para dar a conocer, a través de la prensa española, las novedades que circulaban por otros países. Toda esa labor ya obligaría a un reconocimiento ejemplar al más culto y cosmopolita de los autores andaluces que, a su vez, atraído por su tierra, fue el creador, junto a Fernán Caballero, de las primeras imágenes modernas que abrieron para el realismo literario la vida de los pueblos del sur. Con todo, aún había otro tesoro escondido, salido de las manos de Valera: su Correspondencia, finalmente publicada íntegra, hace muy pocos años, destinada a convertirse en uno de los grandes monumentos literarios españoles. En ella está recogido todo el siglo XIX, en todas sus latitudes, conquistas y problemas. Incluida la riquísima vida amorosa de aquel Don Juan de carne y hueso que fue Valera. Conviene, pues, celebrar que, cuando menos, en su pueblo, Cabra, en el próximo mes de octubre, un congreso, renueve nuevas lecturas de su obra.
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