Monticello
Víctor J. Vázquez
No es 1978, es 2011
Es sospechoso la de veces que los políticos de distinto signo nos dicen que no habrá un segundo confinamiento general, pero sí medidas dolorosas. Es para reflexionar. Con lo poquito aficionada que es la clase dirigente a asumir el coste de ciertas decisiones, tal vez no quieran decirnos la verdad, ni decidir lo que de verdad tendrían que decidir. Es el único miedo que algunos podemos tener en esta sociedad tan dada ahora a la neomoderación, que es la corriente por la que parece que el mérito consiste en no tomar decisiones duras, aunque las circunstancias lo exijan; hablar a media voz, sobre todo si se pone el rostro aséptico, decir sí pero no, no parecer lo que verdaderamente se es, y pintar la realidad como si se tratara de una secuencia de Alicia en el país de las maravillas, aunque se reconozca la "existencia de problemas" que, por supuesto, resolveremos "entre todos". Estos neomoderados se están poniendo un pelín pesados. Son las nuevas vuvuzelas de la política. Están por todos lados. A mí me encanta cuando alguno saca los pies del tiesto y dice lo que hay que decir. Por ejemplo, Elías Bendodo definió de "gilipollez" la iniciativa de derribar estatuas de Colón. ¡Albricias! Sí, muchos dirán que se trata de un lenguaje que conviene evitar en una sede institucional, pero que es más veces de la cuenta nos tienen asfixiados, por lo que ciertas respuestas se reciben como aire fresco de ventilador recién comprado y en garantía. Los neomoderados nunca tienen una opinión firme sobre los temas importantes. Dicen que no se pueden prometer soluciones imposibles a problemas reales, pero tampoco ellos las dan, más allá de montar comisiones y dejarse llevar por el viento favorable de la economía, que ya sabemos que sopla a favor de forma cíclica. Y si no sopla, se repite la teoría del esfuerzo común. El neomoderado siempre vende esperanza en frascos frágiles. El curso irá muy bien, dice el neomoderado, si entre todos arrimamos el hombro. Cuénteselo a los directores de los colegios, o métase en un chat de papás hiperventilados. Triunfar hoy más que nunca, sobre todo desde la irrupción de Vox, consiste en ser gris, no decir ni que sí ni que no, usar todos los disfraces como si de un Mortadelo se tratara, y emplear mucho las redes sociales para mensajes estúpidos, buenistas y previsibles. Los neomoderados están muy bien para tiempos de bonanza, cuando llegamos a fin de mes y, por ejemplo, hablamos del milagro económico de Rato, hoy en la cárcel. Pero al final todo lo fatuo se cae y hace falta gente sencillamente seria. Ni exaltados, ni papafritas calculadores. Y ahora entramos en días especialmente serios.
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