Ojo, en este artículo no sale Mbappé

Sueños esféricos

Nos hemos tragado otro lavabo: de nuevo esas 3 ó 4 primeras jornadas de alineaciones fraudulentas

Aitor Ruibal, en el Betis-Girona del pasado jueves.
Aitor Ruibal, en el Betis-Girona del pasado jueves. / Juan Carlos Muñoz

18 de agosto 2024 - 22:42

NO sé qué pensarían los buenos aficionados al flamenco, ya expectantes ante la sugerente Bienal que se nos avecina, si advirtiera la organización de que en la primera semana de programación, ya abonadas nuestras localidades, los espectáculos estuvieran abiertos a cambios y que nos escatimaran parte de los primeros intérpretes, que son los reclamos que nos mueven a pagar.

Pues algo parecido es lo que ocurre un año sí y el siguiente también en nuestro fútbol profesional. Los equipos que vienen actuando en esta primera jornada de LaLiga EA Sports tienen un tufo circunstancial que echa para atrás. Curiosamente, el que se libra de esa lacra es el sobrehumano que planea por encima de los demás, ese Real Madrid que se parece a ese equipo imposible que todos tuvimos, cuajado de estrellas, cuando falseábamos las cuentas del PC Fútbol. ¿Recuerdan? Yo tenía una delantera con Ronaldo, Romario y Figo, más Roberto Baggio de enganche. El campeonísimo de Florentino vive en su mundo y reparte orgullo y felicidad por los cuatro rincones del planeta. Me rindo. Me convenzo de que ese club es un bien supranacional, intocable por su condición de antidepresivo para el planeta, al nivel del Prozac.

Volvamos a lo terrenal: ¿cómo hemos llegado a tragarnos un lavabo? ¿cómo hemos naturalizado que atravesemos tres o cuatro jornadas cada año con alineaciones tan engañosas? Y ocurre que Aitor Ruibal recupera su alma primigenia de delantero, de cuando aún soñaba con ser profesional en un club de la dimensión del Betis. Y ocurre que el Sevilla salta a la hierba canaria con una zaga José Ángel-Nianzou-Gudelj-Pedrosa cuya capacidad de horrorizar al sevillista ya la hubiera deseado Edgar Allan Poe para sus magníficos relatos góticos.

Mientras, Javier Tebas sonríe satisfecho y ajeno a ese fraude. El motivo tiene nombre propio. Pero no hablaré de él en este artículo.

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