La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Ahora que hemos enfilado la segunda parte de agosto, ahora que hasta disfrutamos de una tregua térmica tras el más largo, penoso y cálido verano que hemos vivido, ahora se agolpan los recuerdos por cosas que engrosan la larga lista de las que perdimos. Y se nos viene al caletre, por ejemplo, las carreras de caballos desde Bajo Guía a Las Piletas aprovechando la bajamar en el estuario del Río Grande. Tanto hemos dejado de vivir en este bisiesto maldito de coronavirus y crujir de dientes que ya hasta se nos olvidaba que estamos en el tiempo de ese espectáculo único de las carreras en la playa sanluqueña. Un dolor más que añadir al abultado muestrario de pérdidas sufridas y se nos remueven los adentros con el recuerdo de aquellos ocasos con el astro rey huyendo por las dunas de Doñana. Y de aquí a que esto acabe, a ver cuántas pérdidas más, a ver.
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