Contra el nuevo Villamarín

14 de enero 2025 - 07:01

En esta España de los “50 años en libertad” que nos ha tocado vivir hay una ley que se cumple inexorablemente: mientras más grandes y desaforados son los proyectos arquitectónicos estrella de las ciudades (estadios deportivos, rascacielos, centros comerciales, etcétera), más pequeños son los pisos en los que los ciudadanos estamos condenados a vivir. Paralelamente a la construcción de la Torre Pelli, las Setas o el mall Lagoh, los sevillanos hemos asistido al increíble caso de la vivienda menguante, donde lo que antes eran tres espacios (salón, comedor y cocina) se ha resumido en el living, que no significa otra cosa que el inquilino debe hacer la vida cotidiana en el mismo lugar donde tiene el cubo de basura. Es decir, el gran tocomocho de la distribución de interiores contemporánea. Pero no solo eso. Este proceso de reducción del hogar se desarrolla al mismo tiempo que la destrucción de un urbanismo amable que, con todos sus defectos, resultaba grato al sapiens meridional.

Tomemos como ejemplo la zona de Heliópolis. No deja de ser esclarecedor que, junto al anuncio del babilónico nuevo estadio del Betis, los hotelitos de este barrio –uno de los más encantadores de la Sevilla periférica (el Macondo del compañero Tacho Rufino)–, estén sufriendo un proceso de fragmentación, de manera que lo que antes era una vivienda unifamilar se convierte en una suma de soluciones habitacionales para las no-familias de la ciudad posmoderna. El new Villamarín es, de alguna manera, el colofón al proceso de destrucción de la Palmera y, sobre todo, del espíritu arquitectónico y urbanístico que impregnó la Exposición del 29. Es decir, el de una ciudad a la escala del hombre-mujer y todas sus derivaciones. Podrá ser uno más o menos partidario de la arquitectura y el urbanismo regionalista del 29, de sus trampas y artificios ornamentales, de la poca calidad de muchas de sus construcciones o de sus distribuciones anticuadas, pero es indiscutible que sus principales paisajes, como es el caso de Heliópolis, son altamente valorados por los ciudadanos, por la sencilla razón de que son bonitos y agradables (dos palabras sin sentido en el mundo actual). Los que no parecen valorar esto son los fondos de inversión, que hace tiempo que pusieron al ensanche sur de Sevilla en su punto de mira, ayudados, eso sí, por un PGOU pésimo. No bastaba con las residencias prefabricadas de la Palmera y el Sector Sur, para culminar la destrucción de la zona hacía falta este desafuero que es el nuevo campo del Betis, cuya estética globalista es de una mediocridad alarmante, además de los problemas añadidos que traerá a los vecinos y que degradará aún más su vida cotidiana. Defender lo contrario es un tocomocho, como el living.

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