MEDIO MARATÓN 2025
Consulta el recorrido

Un nuevo museo para Sevilla

25 de enero 2025 - 07:00

De Juan Ignacio Carmona aprendimos que el Siglo de Oro en Sevilla tuvo su lado oscuro. Hubo más azófar que oropel. La miseria, la enfermedad o la orfandad convertían las calles de la “Roma triunfante en ánimo y riqueza” –como llamó con ironía Cervantes a Sevilla–, en una ciudad de pesadilla para los parias de la tierra. En unos tiempos en los que no existía la sanidad pública ni los servicios sociales, la atención a los marginados dependía en exclusiva de una caridad cristiana que siempre resultaba insuficiente y se ejercía a través de pequeños hospitales que han dejado su rastro en el nomenclátor urbano. Calles como Amor de Dios o Inocentes (el hermoso y evangélico nombre con que se llamaba a los locos en aquellos tiempos) deben su nombre a los hospitales que allí se ubicaron durante el Antiguo Régimen. En el siglo XIX, con la revolución liberal, estas dependencias terminaron siendo absorbidas por la Diputación Provincial y con ellas todo el patrimonio histórico-artístico que habían ido acumulando durante siglos: cuadros, esculturas y objetos suntuarios que estaban olvidados en almacenes con una conservación defectuosa. Pero esta es una historia con final feliz. Como ya habrán leído en la prensa, la Diputación, después de una década de trabajos, ha expuesto este rico tesoro en el antiguo noviciado jesuita de San Luis, una labor que ha tenido como principal muñidor al historiador Juan Luis Ravé. El jueves tuve el placer de acompañarlo en una visita por esta exposición con vocación de convertirse en un nuevo museo para la ciudad, como nos confirmó el propio diputado de Cultura, Casimiro Fernández. Aunque en sus salas encontramos varias joyas que la mayoría desconocíamos –el apostolado de Esteban Márquez del Hospital de las Cinco Llagas o el San Lázaro de Roque Balduque, por poner dos ejemplos–, la gran virtud de esta muestra es enseñarnos toda esa galaxia hospitalaria que fue testigo de la enfermedad y el horror, pero también de la esperanza y de la caridad en el más noble sentido del término. De alguna manera podemos decir que es un imprescindible complemento para el Museo de Bellas Artes. Si en el primero nos encontramos los grandes hitos y el esplendor del arte de los siglos áureos, en el segundo nos sumergimos en una marea de piezas anónimas (cuánto trabajo queda para las nuevas generaciones de historiadores del arte), algunas de discreta factura, pero todas con interés y con un gran valor documental. Y como colofón, el naufragio del visitante en ese maravilloso escenario lisérgico y jesuita que es la iglesia de San Luis, el punto exacto donde Sevilla y Roma se cruzan (Ravé dixit). No se la pierdan.

stats