Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Cada nuevo caso de corrupción política constituye otra prueba más de nuestro muy deficiente sistema de control de la utilización del dinero público. En esta ocasión, si acaso ayudada por la tragedia colectiva de la pandemia que relajó aún más las pocas cautelas, reaparece, en una circunstancia desesperada, una trama repugnante de tráfico de influencias, comisiones ilegales y otras prácticas infames que nos habían asegurado erradicadas.
Las noticias se multiplican y empieza a ser complicado seguir el hilo de los hechos. Todo parte del aizkolari Koldo y de su amistad con el inefable Ábalos. Dicen los periodistas que han tenido el arrojo de investigar que lo que hasta ahora se sabe de esta dupla es sólo la punta del iceberg. De momento ya se dejan ver las derivas hacia Interior, Sanidad, Puertos del Estado, Adif y las comunidades de Canarias que presidía Ángel Víctor Torres, actual ministro de Política Territorial y Baleares, gobernada por Francina Armengol, hoy presidenta del Congreso. Añadan el millonario rescate de Air Europa, que salpica a las ministras Montero y Ribera y a la ex vicepresidenta Calviño y las reuniones de la mujer del presidente con “empresarios” de esta conjura.
Falta –pero llegará– la recepción en Barajas a Delcy Rodríguez, también por el tándem Ábalos-Koldo, y el fango que se amontona en los morideros del Covid-19. El Tribunal de Cuentas lo corrobora en sus conclusiones: detecta decenas de contratos sospechosos, con justificaciones indebidas, acuerdos no formalizados por escrito y costes muy elevados.
Y todo proveniente de aquellos que presentaron una moción de censura para recuperar “la normalidad de nuestra vida pública y la dignidad de nuestra democracia”. En ello insiste todavía el presidente Sánchez, tan enérgico como inactivo. Un propósito que no cuadra con el “y tú más” y con el absurdo ventilador que el líder ha puesto en marcha. Tampoco con la incoherencia de negociar con corruptos como Puigdemont y sus cómplices que malversaron el caudal de todos para sufragar una insurrección. ¿Van a seguir calladitos y apoyándole partidos teóricamente limpios?
“La única verdad es la realidad”, afirmó Aristóteles y repitió no hace mucho nuestro filosófico presidente. Pero esa realidad se le está viniendo encima sin respuestas racionales del paladín de la transparencia. Será que es peccata minuta. Corrupción de izquierdas que, en el lado correcto del muro, casi no es corrupción.
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