La nueva sociedad

¿Puede el dueño de una red social con 145 millones de usuarios dictaminar quién puede hablar y quién no?

16 de enero 2021 - 02:31

James Burnham fue un pensador norteamericano que empezó siendo un trotskista radical -fundó el Partido Socialista de los Trabajadores-, pero acabó condecorado por Ronald Reagan como representante destacado del conservadurismo ideológico. Burnham no fue nunca un pensador conocido, pero a mediados del pasado siglo tuvo cierta fama con un libro que llamó La revolución de los directivos. Resumiendo, lo que proponía Burnham era esto: el capitalismo iba a desaparecer muy pronto, pero no iba a ser sustituido por el socialismo (tal como se creía en la época de la Guerra Fría), sino por un nuevo tipo de sociedad que no sería ni capitalista ni democrática ni socialista. Y en esa nueva sociedad, los dueños de los medios de producción -los directivos, los gestores- eliminarían a la antigua clase capitalista, aplastarían a la clase obrera y organizarían la sociedad de tal modo que todos los privilegios económicos quedaran siempre en sus manos.

Como es lógico, Burnham no pudo imaginar jamás a los nuevos dueños de las compañías tecnológicas como Google o Twitter o Facebook, pero es evidente que esos directivos han acumulado un poder inconcebible -Google sabe mucho más de nosotros que todas las policías secretas del mundo-, de modo que ese poder se traducirá tarde o temprano en un cambio sustancial de nuestra sociedad. De hecho, China ya es una sociedad -ni capitalista ni socialista ni democrática- que se parece mucho a las que predijo Burnham. Y además, acabamos de asistir a un hecho nunca visto en la historia, ya que una empresa privada -Twitter- ha decidido cancelar la cuenta de un presidente de los Estados Unidos al que ha acusado (con razón) de faltar a la verdad e incitar a la violencia. En este caso, el poderoso no ha sido el presidente de los Estados Unidos, sino un tipo medio chiflado que tiene serios problemas para relacionarse con el género humano. El dueño de Twitter, claro.

¿Puede el dueño de una red social en la que se expresan 145 millones de usuarios dictaminar quién puede hablar y quién no? ¿Puede establecer qué es lícito y qué no lo es? El debate es apasionante, pero de momento lo único evidente es que la nueva clase social que anunció Burnham ya está aquí. Son los dueños de Google, de Facebook y de Twitter. Y muy probablemente, la sociedad que están creando no será democrática. Qué miedo.

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