La noria de Sevilla

07 de enero 2025 - 03:06

Algunas grandes ciudades han convertido la noria en una de sus grandes atracciones turísticas. Londres, que la tiene situada junto al Támesis, es el ejemplo más al alcance de la mano y ofrece unas vistas espectaculares de la ciudad. También cabría citar la más modesta en altura, pero mucho más rica en evocaciones literarias y cinematográficas, del parque Prater en Viena. Y tantas otras repartidas por Europa. También Sevilla lo intentó. Fue a la altura de 2014 o 2015 y se ubicó, tras no pocos tiras y aflojas, con el Ayuntamiento, en la dársena del río, cerca del Puente de la Delicias. Pero, como tantas cosas por aquí, duró poco. La empresa que la gestionaba dio la espantada algunos meses después. Las expectativas de visitantes no se cumplieron desde lejos, en una ciudad que ya entonces empezaba a ser el parque de atracciones en la que hoy está convertida.

Quizás haya que apuntar este fracaso en la larga lista de los que ha visto Sevilla en las últimas décadas porque aquí no hacía falta una noria. De hecho, la ciudad vive en una noria permanente en la que da vueltas y vueltas. Ahora que empieza un nuevo año es un buen momento para recordar algunas de las cuestiones que seguirán girando, colocadas algunas en lo más alto de los debates, casi siempre estériles de la ciudad, y otras permanecerán casi ocultas.

Por ejemplo, el alcalde seguirá diciendo que para Sevilla sucia la que le dejaron los socialistas y que él le ha metido mano al problema, pero los sevillanos la seguirán viendo igual de empercudida que hace dos, cuatro o seis años, con desperdicios que rebosan papeleras y contenedores, pintadas en cualquier pared y churretones en el pavimento que nunca se quitan.

También seguirá dando vueltas durante este año el abandono de las infraestructuras que harían de Sevilla una ciudad adaptada al tiempo que vivimos. Vamos a seguir con la SE-40 convertida en una especie de sueño imposible, con el tranvía que va a tardar veinte años en llegar desde la Plaza Nueva hasta Santa Justa o sin una red de metro digna de ese nombre.

Girará y girará la Sevilla dependiente del turismo y dedicada sólo a los que nos visitan, con el centro histórico abandonado por sus vecinos y con su mercado inmobiliario condicionado por los pisos turísticos, sin otra perspectiva de futuro que seguir confiando en que el AVE y el aeropuerto nos llenen alojamientos y bares. Pero sin una industria que empuje, con el único puerto interior de España a medio gas y con escasos, aunque meritorios, intentos de emprendimiento y de querer subirse al carro de los sectores que marcarán el futuro.

Podríamos seguir enganchando góndolas a la noria de la Sevilla perdida en sus propias contradicciones hasta hacer una lista interminable. Lo peor es que, ojalá nos equivoquemos, este mismo artículo se podrá publicar sin modificaciones dentro de doce meses, porque la culpa de los problemas de la ciudad no está en la Moncloa, ni en San Telmo, ni tan siquiera en la Plaza Nueva. Está en la propia indolencia de una ciudad que se ha acostumbrado a girar para no llegar a sitio alguno.

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