Una noche en la ópera

15 de enero 2025 - 03:08

El diálogo es insuperable. “¿La Oficina de Artes Escénicas, qué es?”, pregunta la juez Beatriz Biedma. En su declaración como imputado, David Sánchez Pérez-Castejón responde: “Entiendo que es la oficina que se encarga de las Artes Escénicas”. Ha dicho Miguel Ángel Gallardo, padrino político del hermano del presidente del Gobierno, que al declarante sólo le mueve el loable empeño de llevar la ópera por toda Extremadura. Con esa declaración de intenciones en la que lo definido entra en la definición, lo va a conseguir con creces, pero con la ópera de los hermanos Marx. La parte contratante de la primera parte.

Una noche en la ópera… y siete años en la Moncloa. David y Goliath. Sería una triste guasa que llegara antes la ópera que los trenes a Extremadura. David Sánchez es un nuevo Fitzcarraldo que pretende emular a aquel personaje que se empeñó en construir un palacio de la ópera en la selva brasileña para ver cantar en Manaos al mismísimo Caruso. Esa epopeya delirante que llevó al cine Werner Herzog en la trilogía que hizo con Klaus Kinski (Fitzcarraldo, Nosferatu, Aguirre, la cólera de Dios).

Extremadura es la media geográfica del Tratado de Tordesillas que firmaron España y Portugal para repartirse los océanos. Es una tierra de secano donde los barcos entraron antes que los trenes para que sus hijos se aventurasen en abrir trochas por barrancos y veredas en desfiladeros. Desde el Hernán Cortés que tomó Tenochtitlán al Francisco Pizarro de Trujillo cuya gesta peruana ha reconstruido Eric Vuillard en el libro Conquistadores.

Artes Escénicas. Ciertamente, es lo que practican dos veces a la semana en el Consejo de Ministros acróbatas de la jerigonza y trapecistas del latiguillo. Es como un homenaje a Durrell en el centenario de su nacimiento. Una reedición por libre de La familia y otros animales. El empeño por divulgar la ópera en Castuera y en Hervás, en Jaraicejo y en Logrosán me recuerda un episodio previo a los fastos del bel canto que fue la Expo 92.

Un antiguo solar, el de la Maestranza de Artillería, se iba a convertir en un auditorio para devolverle a Sevilla el lugar que merecía como escenario de más de un centenar de óperas compuestas por autores como Mozart, Beethoven o Rossini, con Carmen, don Juan y Pedro el Cruel como principales protagonistas. Se pusieron manos a la obra los arquitectos Luis Marín de Terán y Aurelio del Pozo. Pero hubo un tiempo en que la ciudad estaba sin teatros. Ni para la ópera ni para los Quintero.

El entonces ministro de Cultura, Javier Solana, convocó a los periodistas en el Archivo de Indias. Con cierta prepotencia, preguntó si alguien iba con frecuencia a la ópera. Levanté la mano y dije que yo acudía todas las noches. El ministro no daba crédito. Le tuve que explicar que La Ópera era el nombre de un bar que regentaba Antonio Gómez Olivares, orgullo de Úbeda, portero de nuestro equipo de futbito, un garito donde todas las noches nos reuníamos a la salida del periódico (Diario 16 Andalucía). Igual es una ópera parecida la que quiere fomentar David Sánchez en la tierra de los conquistadores de la que salen más barcos que trenes. Años después la ciudad tuvo ópera y Solana acabó en la OTAN.

stats