Una noche también amenazada por el confort

La aldaba

Las misas del Gallo son cada vez menos en comparación con las vespertinas, que no son del Gallo pero sirven para el cumplimiento del precepto

Más allá de la voz de Laura Gallego

El capitán general de la Sierra Morena

Una misa del Gallo.
Una misa del Gallo. / M. G.

24 de diciembre 2024 - 04:00

Tiene su lógica que la sociedad que prima los criterios de confort evite a toda costa acudir a misa a las doce de la noche, cuando el gas del cava corretea por el vientre y la copiosa cena está a medio digerir. Demasiados años ha durado el apogeo de la Misa del Gallo, que es a las doce de la noche o sencillamente no es del Gallo. Será otra cosa, porque la liturgia establece bien claro el asunto. De cena y misa del Gallo (como de las de peina y volante) qué poquitos vamos quedando, sobre todo porque cada vez es más difícil encontrar un cura que la diga, no que la dé, que la misa no se da. La misa se dice, oficia, celebra, concelebra o preside. Los sacerdotes han puesto de moda la conocida como misa del pollito, que comienza a las siete o a las ocho de la tarde. En el propio Vaticano hay ejemplos de esta nueva costumbre. Debe ser que las teorías de la 'calidad de vida' han llegado hasta la Santa Sede, pese a la celosa vigilancia de la Guardia Suiza. Asiste uno a misa a media tarde, regresa a casa, se pone cómodo, corta la paletilla, oye el mensaje del Rey, se despide el monarca en español, vasco, catalán y gallego y, hala, ¡a cenar, que el mundo se va a acabar! Dicen que la inseguridad acabó con la misa del Gallo, como si las parroquias no garantizaran un templo próximo a cada domicilio. Y que ahora hay menos sacerdotes, como si no hubiera un listado largo, larguísimo, para ir a misa esta tarde del 24. La del Gallo ha quedado como una misa gourmet, casi como las que se dicen en latín.

Todavía se recuerda la página de prensa con las misas del Gallo, desde la de Santa Inés, celebérrima por la leyenda de Maese Pérez el organista, que resiste con el horario de las doce de la noche, hasta la de San Buenaventura con el recordado padre Patero que incluía derecho a chocolate en el patio del convento. Va menguando el horario nocturno en una sociedad que reduce los esfuerzos al máximo. No pierda tiempo en regalos de boda, haga la transferencia. No gaste en su celebración de cumpleaños, que sus amistades hagan el correspondiente bizum que más vale varios heridos que un muerto. No acuda al templo vestido de nazareno porque hay riesgo de lluvia, preséntese de paisano en la iglesia. No acuda al funeral, basta con el cabezazo en el tanatorio de la SE-30, que tiene un bar muy bueno y una terraza para fumar, o mande a los deudos un mensaje cortito y directo. No cocine, que nadie se lo va a agradecer, llame a un Glovo. No felicite la Navidad de forma personalizada, use una tarjeta digital y mande la misma a todos. ¡A la bulla, a la bulla! Y no salga de casa para acudir a misa a las doce de la noche que no son horas de curas, sino de copas. "¡Hombre, por Dios!", que diría el presidente del Parlamento Andaluz, don Jesús Aguirre, en esos stickers que circulan por WhatsApp. En definitiva, no dedique tiempo a los demás, tan solo a sí mismo. Llena ahí. ¡Pista, que van los artistas!

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