La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
DE POCO UN TODO
DE seguir así, vamos a terminar como William Wallace, en el patíbulo y gritando: "¡Libertad!" hasta desgañitarnos. Ahora el Tribunal Supremo ha dado permiso a las comunidades autónomas para que retiren las subvenciones de los colegios concertados que no sean mixtos.
Usted puede preferir los colegios mixtos. Con 16 años, mis amigos y yo los preferíamos ardientemente. Qué bien nos lo pasábamos lamentando con desconsuelo que nuestro colegio no lo fuera. Los argumentos a favor de la enseñanza mixta son muy respetables, incluyendo aquellos razonamientos adolescentes (si me perdonan el oxímoron) y hasta los resabios de la ideología de género.
Pero también cabe la posibilidad de que usted prefiera la educación diferenciada. Si ése es su caso, no tiene nada de lo que avergonzarse, con permiso del Tribunal Supremo. La ONU, ya en 1960, dictaminó que este tipo de enseñanza no se puede considerar discriminatoria. En Alemania, Estados Unidos, Gran Bretaña, Suecia, Australia y Canadá, entre otros, están volviendo a ella con la esperanza de que ayude a solucionar la crisis educativa. En Inglaterra las 25 mejores escuelas del país son de educación diferenciada, nada menos. No es sólo una posición conservadora, la avalan los resultados y la nueva pedagogía feminista, que observa con preocupación cómo la educación mixta acaba perjudicando a las chicas.
Lo sensato sería que las comunidades autónomas permitiesen la elección de un modelo u otro. Pero no. El poder prefiere la educación mixta y todos hemos de pasar por el aro. Todos o casi todos. La educación diferenciada se convierte en un artículo de lujo para los que se la puedan pagar. Así que, si fuese mejor, sólo beneficiaría a unos pocos. Y mejor o peor, en todo caso, se trata de una libertad -de otra- que se birla a los padres. Mucha educación para la ciudadanía, sí, pero ninguna libertad: impiden lo que imponen en gramática. Porque no me dirán ustedes que eso de decir "los alumnos y la alumnas, los profesores y las profesoras, etcétera y etcétero", no es gramática diferenciada.
En este asunto, yo grito "¡Libertad!" para unos y otros, para todos. Luego, si tuviese que escoger y me dejasen, optaría por la diferenciada. En un colegio mixto, conociendo al adolescente que fui, no habría practicado tanto deporte, ni discutido con los profesores ni charlado con mis compañeros de todo lo divino y lo humano. Mis amigos de entonces siguen siendo los mismos, y tengo la sospecha (y la experiencia luego en la universidad) de que de haber estado en digamos otras cosas, no habríamos puesto los cimientos de esta larga, impagable amistad.
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