¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
La aldaba
Un político muy veterano y reconocido me comentó hace unos meses: “No sé si te parecerá prepotente lo que te voy a decir, pero prueba un día a consultar las listas electorales de 1977 y las comparas con las últimas. Detente unos minutos a conocer las ocupaciones y trayectorias de los principales candidatos de todos los partidos. Pero de todos, ¿eh? De los de entonces y de los de ahora. Verás que no hay color. Siento si te parezco un abuelo Cebolleta con mis relatos, pero creo que ese estudio es muy revelador, sobre todo para los que os pasáis el día denunciando la degradación de la vida pública, que es notoria”. Alguna vez hemos calificado de magnífico el título del libro de Rajoy (Política para adultos), pero comienza a quedarse corto según pasan los días. Óscar Puente, el ministro mostrenco no es una excepción. Es el icono del forofismo del que no se libra ningún partido político. En política estamos absolutamente metidos en la era de la mala educación. A veces pareciera que la peor versión del fútbol domina la política como nunca. Hay demasiados cargos, de ministros a alcaldes, que no dan el mínimo nivel, que carecen de sentido institucional, que empequeñecen el puesto y que están muy por debajo del título. Sabíamos desde hace tiempo que muchos de los niñatos de los aparatos de los partidos habían desembarcado en las instituciones, pero al menos tenían referencias claras de líderes adultos: desde Felipe a Fraga, pasando por Tierno Galván o Anguita. Estamos sufriendo ya la primera generación que no ha crecido con referentes o que directamente renuncia a ellos por pura ignorancia, osadía o soberbia.
La vuelta de tuerca consiste lisa y llanamente en la mala educación, en comportarse como hinchas, en tratar de controlar a la prensa a base de emborracharse en la primera tasca del poder sin imaginar la resaca que más pronto que tarde se viene encima. Por eso, por cierto, es fundamental la frase del presidente Moreno de esta semana: “Soy muy claro. El periodismo no se pastorea, ni se coarta ni se condiciona. Su voz tiene que ser libre y defender a la sociedad. Así de claro”. En tiempos de niñatos maleducados en demasiados cargos, algunos de ellos ya talluditos, reconforta una declaración pública tan rotunda. Rajoy olvidó reclamar que no sólo hacen falta adultos, sino señores que sepan cómo comportarse en las instituciones en un sistema democrático. El que se sitúa por encima del cargo, se despeña con más gravedad. Merecemos menos mostrencos y menos niñatos a los que los trajes les quedan grandes como a payasos.
También te puede interesar