La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La intimidad perdida de Sevilla
SI necesitas reggaeton, dale/ sigue bailando, mami, no pares/ acércate a mi pantalón, dale/ vamos a pegarnos como animale"... Esta es la canción de este año para perrear a lo ancho, como tararea en un mantra sensual el estribillo del colombiano J. Balvin, máximo exponente del reggaeton más electrónico, amigo de Pitbull y de Enrique Iglesias, midas de los mojitos solfeados. Ginza es el premiado título de este machacón canturreo con tintes hipnóticos y retazos orientales. Un Je t'aime moi non plus con rapado y visera generosa que se traslada a la pista de baile, traslación alegórica de los encuentros sexuales. El sexo, y no hace falta ser Lázaro Carreter, es realmente aquí el único protagonista del texto.
A modo liberal, el narrador de esta sintonía de goteo invita a la reiteración viscosa, a disfrutar del perreo, al pegamento anatómico, al magnetismo entre caderas y algún que otro recoveco. "Si te dan ganas de bailar, pues dale". Dale a lo que sea, insinúa Balvin, que recuerda que fue él que tuvo la idea de ir bailar, a dar rienda al swing, que es la palabra comodín para un ejemplar discotequero en celo que se precie.
Pero en la última estrofa el colombiano da un giro a sus versos de constancia consonante. Parece que la chica no está realmente ahí, que él la está imaginando a su lado y que es sólo un espejismo de los recuerdos buscados. Ella baila sola y él se queda con las ganas. Con todas las ganas: "cuánto quisiera hacerte el amor". El reggaeton termina siendo una plegaria de tintes onanistas.
La chica ausente, dale que dale, incluso parece que está casada. Con otro. Una de las temáticas musicales de este año. Ella no está presente pero no será por su falta de deseo. La discoteca tiene ese poder de traducir las ganas horizontales en una coreografía vertical. Dale que dale, leggo, leggo. El deseo se canta a desgana.
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