La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¡Anda, jaleo, jaleo!
Puntadas con hilo
Dice Domènec Biosca que una ciudad sin bares, fiesta y eventos es una ciudad muerta. No le falta razón al profesor, uno de los grandes expertos en turismo del país. Ha escrito una veintena de libros de gestión de destinos, ha dedicado media vida laboral a asesorar a empresas en sus reconversiones e imparte al año una media de 150 conferencias. Sabe de lo que habla (que no difiere de lo que piensan también muchos ciudadanos con sentido común) y hace una recomendación clara a las autoridades competentes: es más rentable no cobrar impuestos pero generar ingresos, que cobrar impuestos y quedarnos sin empresas. Su consejo es que se facilite a todo aquel que pueda adaptarse a las nuevas normas de seguridad e higiene que abra su negocio, que se combata el miedo retomando la normalidad sin pausa para evitar tener todos los restaurantes y hoteles cerrados. Que se abran terrazas con veladores (¿oyen gritos?) porque si muere el turismo, morirán muchas ciudades y quienes viven en ellas. Y por ello no deja de sorprender que haya quien festeje esa temida defunción en la creencia de que la pandemia y la desgracia que ha acarreado haya acabado dándole la razón en sus proclamas antiturísticas.
El turismo no es malo, sus muchas o pocas bondades dependen de la gestión que de él se haga. Sevilla ha hecho en los últimos años muy bien sus deberes en este sector y la crisis, que es mundial, golpea en un momento en el que está mejor posicionada que otras.
No es fácil, ni mucho menos. Este sector tendrá que reinventarse como otros, para seguir liquidando felicidad, que es su negocio. El turismo vende cultura, ocio, gastronomía, tradiciones, vanguardias... y ahora habrá que añadir a todo ello seguridad. Y, además, hacerlo a precios de Imserso, para que todos lo entiendan. Estos días se escuchan ideas algo surrealistas de mamparas y pasillos en playas y chiringuitos. Cámaras termográficas para medir las temperaturas en negocios... ¿Realmente están en disposición las empresas de invertir cuando todavía no se sabe ni cuándo ni cómo empezará a reactivarse el consumo? Hay muchas incertidumbres.
Poco a poco. Sevilla ya ha sacrificado su primavera y ahora le toca el turno al turismo de sol y playa. La experiencia de lo que ocurra este verano en las costas se convertirá en una ventaja para la capital, que podrá planificar mejor el otoño.
Un buen consejo es no apresurarse, así es más difícil equivocarse. Pero hay algo que no admite más demora: hacen falta buenas noticias sobre el turismo y Sevilla. En unos tiempos en los que los sevillanos serán los mejores embajadores de la ciudad sobran la retranca y los pésames a un tejido empresarial pujante que ha sido capaz de resituar a Sevilla en el mapa. Ése es un eslogan que reivindica al gobierno municipal, sí, pero es un logro compartido en el que el sector tiene un papel principalísimo. Hay que seguir creyendo en el potencial de una ciudad que, oh paradoja, siempre se ha creído el ombligo del mundo.
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