¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Capitanía y los “contenedores culturales”
Su vida dio un vuelco en la tarde del domingo, cuando en el hotel Casa de la Plata vivió el recuento de las primarias. Muy pronto se expandió el aroma de la victoria. En ningún momento hubo dudas. Por allí llegaron más militantes de la cuenta, que ya se sabe que ocurre al olor de la sardina. Miau. Como en las buenas fiestas, hubo más gente que invitados. Con el camino bien despejado para ser candidato a las elecciones autonómicas, mi Juan (Espadas) tiene tres necesidades en esta nueva etapa.
La primera es abandonar el buenismo. A Espadas le fue bien a base de aguantar en la oposición municipal al Zoido de los 20 concejales. Bastaba con esperar la más que previsible caída de tan elevadas expectativas. Y así fue. No le hizo falta meter el pie para derribar al contrario. Ahora tendrá que organizar nada menos que un partido, un grupo parlamentario y un gobierno municipal. Y en esas labores hay que tomar ya decisiones desagradables. En las Cinco Llagas tiene al menos a Ángeles Férriz, que cada día tiene más cara de secretaria de Organización, y a Mario Jiménez, que está deseando recuperar peso político. La segunda necesidad es el colmillo.
Mi Juan tiene que ejercer la oposición, organizarla y disponer al grupo en posición de combate, porque Susana Díaz y su gente han hecho hasta ahora menos daño al Gobierno que el pescado en blanco. Mi Juan tendrá que hacer de malo de la película en algún momento y, sobre todo, tener quien lo haga en su nombre. Y, por supuesto, contar en la Alcaldía de Sevilla, una vez que decida dejar el cargo, con alguien que tenga fuerza orgánica, le siga el compás y le sirva de atalaya.
La tercera necesidad es el tiempo. Mejor cuanto más tarden en ser convocadas las elecciones andaluzas. Los resultados en las primarias de Espadas revelan, por ejemplo, que necesita mucha más notoriedad en el oriente andaluz. La verdad es que no hay motivos políticos ni de inestabilidad institucional para forzar ya la convocatoria, pero el PP tiene los mejores sondeos, un Ejecutivo tranquilo y al PSOE pendiente de unos congresos que teñirán de rojo el otoño. La maniobra estaría clara: convocar antes de Navidad, con la población vacunada, los turistas llenando de nuevo las ciudades y los socialistas entretenidos con sus cónclaves después del impulso que, por fin, han cogido tras las primarias. Convocar en primavera, y no digamos, en diciembre de 2022, es concederle un tiempo precioso a un candidato que sí tiene opciones de recuperar a los 400.000 votantes que se quedaron en casa para no apoyar a Díaz, quien, por cierto, está tardando en marcharse.
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