¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Quousque tandem
La primera vez que leí que era tendencia ecofriendly hacer la colada handwash & sundrying, miré atentamente las fotos del reportaje y me dio la risa recordando a mis abuelas lavando a mano en la pila y subiendo a solear las sabanas a la azotea. Y así, las pobres abandonaron este valle de lágrimas sin saber que eran ecofriendly además de clean eating, que es cómo llaman ahora a servir ensalada en el almuerzo y sacar una cesta de fruta para el postre. Es lo que tiene haber vivido la posguerra: que te conviertes en influencer sin saberlo y en referente súpercool avant la lettre. Resulta que tender la ropa es cool. O trendy. Pero que es lo más. Y eso que oí a una megainfluencer que además es tiktoker, explicarlo en un tutorial. Y aunque no me acuerdo muy bien, creo que hay ciertos matices que diferencian ambos términos. También se esforzó en hacernos comprender a los neófitos que utilizar uno u otro naming no es cosa baladí, amén de que jamás deben confundirse con fashion que es algo muy diferente. Pero a esas alturas estaba yo ya un poquito harto de tanto pamplining y no presté mucha atención.
Dice el viejo refrán que cuando el diablo está aburrido, con el rabo mata moscas. Y se ve que hay mucho desganado porque ahora que estamos en verano he leído que muchos jóvenes, sobre todo, en lugar de salir con los amigos prefieren el nesting y se quedan en casa haciéndose uno con el sofá. Vamos, los agalbanados de toda la vida. A ellos, y ya sin diferencia de edad, hay que sumar a quienes han decidido practicar el staycation –quedarse en casa durante el verano– y así reducir su huella de carbono, porque es absolutamente cool y ecofriendly. Lo curioso es que a esos se les despachaba con un tiesos, agarrados o arruinados en aquellos tiempos en que los boomer nos dedicábamos a maltratar la naturaleza a mala idea, mientras fumábamos y bebíamos sin pensar en el planeta, que entonces sólo era el socio de Agostini a quienes les comprábamos las enciclopedias por fascículos. Y es que yo soy un boomer orgulloso de pertenecer a esa generación odiada en redes sociales por la juventud de la Generación X y los millennials. Algo que a la inmensa mayoría de nosotros nos importa un bleding y nos trae al fresking. Lo que resulta insoportable es que pretendan convencernos de que cualquier situación penosa o incluso miserable, nacida de cierto empobrecimiento, se convierta en cool –que debe de ser lo más– simplemente porque la bautizamos con un ridículo nombrecito en inglés y nos lo cuenta algún farfoller.
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