La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los caídos de la Sevilla de Oseluí
Vamos de la A a la Z en la composición del equipo nacional. Vamos de Jesús Navas a Lamine Yamal de un salto y sin poner las manos. Contamos con el futbolista más longevo y con el imberbe más imberbe de cuantos se vistieron de corto en un acontecimiento, bien sea Mundial o Eurocopa. Jesús le ha ganado el tirón a leyendas como el sueco Gunnar Green y los alemanes Fritz Walter y Jens Lehmann, que capitaneaban este honor.
Mérito enorme el de Navas al jugar una Eurocopa más con treintaiocho añitos cumplidos y no sé cuántas carreras en su cuentakilómetros. Y ha llegado a esa cota aun siéndole complicada aguantar los noventa minutos en la cancha, lo que hace más meritorio el récord. Y de Jesús a Lamine, ese prodigio que ha pulverizado todas las marcas al superar en un año al más mito de todos los mitos, Edson Arantes do Nascimento, Pelé en las alineaciones.
Cumple el barcelonista diecisiete años el sábado, veinticuatro horas antes de la decisiva cita del domingo noche en Berlín. Ocurre que en su caso, el brillo de su fútbol opaca la proeza de hacerlo todo en edad donde no puede ni votar ni conducir. Hijo de ese semillero único que es La Masía, lugar al que se llega desde todos los potreros del país mediante la labor de pesca o rapiña en los caladeros más insospechados, Lamine ha agarrado el sitio que tuvo Ansu Fati antes de lesionarse.
El gol que le endilgó a Maignan en la noche gozosa de Múnich ya ocupa sitio preferente en el imaginario mundial. Ahora hay que procurar que no le pase como a tantos de su edad y tenemos el ejemplo de Ansu Fati, al que exprimieron como a un limón hasta que se quedó seco. Procede un tacto especial con estos niños prodigio y aunque llegar a la altura temporal que ha alcanzado Navas es un hecho aislado, al menos hay que procurar que el limón dé jugo por mucho tiempo.
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