Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
En el paso del ecuador de las Mil y una noches, las historias que la concubina persa Scherezade le iba contando al sultán Shahriar, en la noche 584 le relata la triste peripecia de Hosein, un beduino de la tribu de los Benu-Fazli que dejó de ser nómada para convertirse en un próspero mercader en la ciudad de Kaukabán, en el Yemen. La desgracia por la pérdida de su mujer fue superada por lo que le ocurrió para mitigar esa pérdida con sus segundas nupcias, con motivo de las cuales celebró grandes convites “a los que invitó a todos sus amigos y conocidos y ulemas y faquires y santones y derviches”, según narra en la traducción del sevillano Rafael Cansinos-Asséns.
Era tan hermosa la novia, sigue la historia, que las doncellas después de pasearla y exhibirla siete veces seguidas ante los invitados tuvieron que hacerlo una vez más. Las señoras de edad la condujeron a la alcoba nupcial. El novio se separó de sus amigos y entró en la alcoba “con paso lento y digno” donde su flamante esposa lo aguardaba. “Y he aquí, ¡ye dolor!, que en ese preciso momento…”. Anuncia el giro de los acontecimientos. El joven se había atiborrado de “viandas pesadas y bebidas fuertes” y suena música de viento, “se le escapó un pedo ruidoso, estruendoso y prolongado”.
Sintió tal vergüenza que salió de la alcoba, bajó al patio y ensilló una yegua para cabalgar lo más lejos que pudo. Cogió un barco que lo llevó al Hindustán para llegar hasta Kalicut, en la costa de Malabar. Conoció a otros oriundos del Yemen y el sultán de la ciudad le nombró capitán de su guardia. Con una estructura narrativa similar a la parábola del hijo pródigo, pasan los años y el novio flatulento, confiando en la misericordia del tiempo, decide volver a su ciudad. Llega de forma furtiva a sus arrabales, donde una niña le pregunta a su madre por el año de su nacimiento. “¡Mira, hija mía, tú viniste al mundo el mismo año y la misma noche en que a Abu-l-Hosein se le escapó aquel pedo tan sonado!”. Y tal como lo oyó, sabedor de que la memoria colectiva no lo había amnistiado del inoportuno cuesco, volvió sobre sus pasos temiendo que la historia se transmitiría “a través de las generaciones en tanto las palmeras echen flores”.
Cuando pasen muchos años, un niño de Paiporta o de Utiel le preguntará a su abuela por la fecha del desbordamiento de los arroyos y ramblas que dejaron cientos de muertos. Hijo mío, fue el mismo día que el Gobierno, en lugar de dedicarse a aprobar decretos que pusieran en marcha las ayudas contra la catástrofe, la misma mañana que la Rambla y el río Magro inundaron Utiel y la Rambla del Poyo iba a desatar la muerte y la destrucción en los pueblos próximos a la Albufera de Valencia, aprobó el nuevo consejo de administración de Radio Televisión Española. Tenían mucha prisa para ajustar el Master Chef de sus Grandes Relatos.
Lo normal es que este fin de semana la gente hubiera gritado contra Vinicius en Mestalla y se hubiera manifestado contra Peter Lim, el dueño singapurense del club, en las afueras del estadio, pero todo se desbocó en las calles de Paiporta con el fango sin metáforas.
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