Un muro de bicicletas

14 de septiembre 2024 - 03:07

Al menos en Sevilla, la de la bicicleta fue en sus inicios una causa progresista, de gente más vinculada a IU y los movimientos ecologistas que al PSOE. Uno recuerda cuando montar en burra (tal era su mote en cheli-hispalense) por las calles de la ciudad era jugarse la vida y había que tener más valor que Manolete para incorporarse al Paseo de Colón desde el Puente de San Telmo. El truco estaba en respirar hondo, pedalear fuerte, encomendarse a la Virgen de la Antigua y entrar en el torrente circulatorio con los ojos cerrados, como un novio de la muerte. En esos tiempos era normal ver colgados de las barras de las bicis cartelitos con el lema “¡carril bici, ya!”, y las movilizaciones de las gentes de A contramano formaban parte del folklor urbano. Fueron los concejales de IU los que, cuando tocaron poder, se empeñaron en construir esta infraestructura que hoy consideramos fundamental en nuestra ciudad. Los aplausos a ellos. Pero, según nos estamos enterando en estos días, en ciudades como Madrid o Valencia, fue el mismísimo PP, con sus cuernos y su rabo, el encargado de impulsar el carril verde. Lo que en los ochenta era un medio de transporte de estudiantes jipiosos de Biología o Historia, pasó a ser un signo de modernidad, de gente sana y sostenible, europea y bien vestida. Es decir, que el de la bicicleta consiguió ser uno de esos consensos que ahora están volando por los aires.

Hay que ser muy borrico para no reconocer lo mucho de bueno que tiene la bici. Es un medio limpio y cardiosaludable, que quita malos humos a las ciudades y no produce ruidos. Su incorporación al sistema general de movilidad ha sido un logro indiscutible. Pero también hay que ser muy borrico para no ser consciente de las muchas limitaciones que tiene un medio de transporte que no sirve para las largas distancias (algo muy común en las áreas metropolitanas como la de Sevilla) o que es inasequible para gentes de una determinada edad o con problemas de salud. La bicicleta no es ni será un sustituto del coche, sino un complemento que mejora considerablemente el funcionamiento urbano. Mientras más, mejor.

En cualquier caso, todo esto era un debate más que superado. Hasta que llegó Sánchez y nos echó a todos a pelear. Otra vez. Ahora comprendemos en qué consistía ese muro cuya construcción anunció el presidente del Gobierno en su discurso de investidura. Todo sirve como material de construcción para esta empalizada de la vergüenza. Incluso un aparentemente inofensivo plan bicicletero. La cuestión es aprovecharlo todo para ofender al adversario, para crispar, para entrar en esa dialéctica amigo-enemigo que tanto les gusta a los populismos de izquierda y derecha. Una vez más, Sánchez demuestra que es un pirómano a plazos. No va a dejar nada sin incendiar.

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