¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Azul Klein
Rafael Moneo (Tudela, 1937) recogerá la semana que viene el León de Oro de la 17ª Bienal de Arquitectura de Venecia y será el primer español que ostente ese reconocimiento, que celebra su riguroso magisterio, su innovación y su precisión para reinterpretar edificios históricos. Gracias a los buenos oficios de Víctor Pérez Escolano, arquitecto y entonces concejal de urbanismo, que propuso a Previsión Española su nombre para resolver el delicado solar frente a la Torre del Oro, Sevilla cuenta desde 1987 con obra suya en el Paseo de Colón, a la que sucedería la reforma del aeropuerto de San Pablo, con esas cúpulas concatenadas tan características. Decir Moneo es nombrar la excelencia y a una de las personalidades más estudiosas de este país, cuyo legado cultural él ha ido engrandeciendo también desde los Estados Unidos, divulgando el trabajo de ilustres predecesores como José Luis Sert -en la Universidad de Harvard- o Sáenz de Oiza, en cuyo estudio trabajó en sus inicios. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes y Premio Pritzker, Moneo es también un excelente crítico de arquitectura que ha reivindicado como pocos Andalucía al reunir en La vida de los edificios -editorial Acantilado- tres textos suyos de distintas épocas donde analiza y acerca al gran público la filosofía que subyace en tres de las construcciones más hermosas del sur: la lonja de Sevilla -actual Archivo de Indias, obra maestra de Juan de Herrera-, la mezquita de Córdoba y el carmen de Rodríguez-Acosta en Granada.
Hacedor de museos y estaciones, de espacios donde el hombre se enfrenta a sus límites y ensancha sus horizontes, Moneo nos demostró en los años 80 que era posible combinar la arqueología y el pasado romano con la más depurada modernidad y su Museo de Mérida sigue siendo una obra que, sin duda, asombrará a los jóvenes arquitectos y amantes del arte que visiten a partir del 22 de mayo la exposición que le dedica el comisario de esta Bienal, el libanés Hashim Sarkis, país por cierto donde Moneo realizó una modélica intervención para reconstruir los zocos de Beirut.
Reclamado internacionalmente, nos ha dejado hitos como la ampliación del Prado y la reforma del Thyssen-Bornemisza (la elección de su estudio, exigida por el barón Thyssen, fue determinante para que la colección se radicara en el Palacio de Villahermosa) y, por supuesto, la ampliación de la estación de Atocha, final de trayecto para cuantos estrenamos el AVE en los años 90. Moneo ha demostrado que podemos habitar espacios mejores sin ceder la medida de lo humano al gesto autorial y la obsesión icónica. Que en tiempos de zozobra nos represente en Venecia como prodigio de mesura y elegancia es todo un aval para España.
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