¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Se aproxima el 8 de marzo. Ya se empieza a crear la ola del conflicto político que romperá en tsunami. Este año está difícil la asistencia. El gobierno central quiere hacer la manifestación. Pero la pandemia no lo recomienda en absoluto. La división sobrevuela en el aire porque, si se ha convocado, hay que ir para ser políticamente correcto, si no van se les acusará de fachas, machistas. Otro riesgo es el de pronunciarse sobre si se va a acudir o no. A quien no acuda se le acusará de que no apoya el feminismo. Quien acuda será acusado de negligente e irresponsable por saltarse las medidas sanitarias. Ya, hasta dentro de un mismo partido y dentro de un mismo Gobierno hay disparidad de criterios. En Ciudadanos su líder, Inés Arrimadas, ha declarado que no irá a las manifestaciones, pero que estarán presentes en los actos. Su compañero de partido, Ignacio Aguado, vicepresidente de la comunidad Madrid, dijo que él mismo irá. La ministra de igualdad, Irene Montero, convoca manifestaciones y la ministra de Sanidad, Carolina Darias, declaró que no ha lugar ni a las manifestaciones ni aglomeraciones. Bien distinta es esta postura que tomó el ministro de Sanidad Salvador Illa. Y, después llegó la ola del Covid. Es decir: ya tenemos meneo discursivo. El siguiente paso es la petición y que las delegaciones de los gobiernos autonómicos les otorgue la autorización para hacer las manifestaciones. La cuestión es: ¿porqué los agricultores y hosteleros, y tantos otros, para manifestarse han tenido que cumplir con las medidas sanitarias, incluso de tener que ir y permanecer dentro del coche?¿Por qué a las manifestantes del 8-M se les permite ir a 500 si no podemos reunirnos más de cuatro personas? Estamos criminalizando a quienes se han casado en bodas ilegales, a quienes han hecho un botellón en su casa o han dado un abrazo en un funeral, y ahora, a las mujeres se les otorgan otros privilegios. Las mujeres, las feministas, no pedimos esa diferencia como un derecho. Este 8-M nace de nuevo de la soberbia desde la que surgen las protestas de Cataluña, donde se pasan las medidas sanitarias por la porra y la cristalera de Versace. El 8-M está muerto porque no nos representa hace años. Lo han secuestrado desde el Ministerio de Igualdad por la construcción de un feminismo radicado en la distorsión de la defensa los derechos de la mujer. El feminismo no reivindica su esencia. La lucha por la igualdad no pasa por tirar las normas comunes para ganar derechos que se salten la ley.
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