La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La lluvia en Sevilla merece la fundación de una academia seria
Ha muerto Manuel Clavero y con él se va una parte fundamental de la historia y no solo de la memoria de nuestra Universidad, que ya perdió el primer día de 2018 a Manuel Olivencia, con el que le unieron tantas cosas: la de aquella Facultad de la década de los sesenta del siglo pasado, ante todo, en la que empezaron a cambiar y que empezó a cambiar tantas cosas, en ella y desde ella, con la llegada de un grupo de jóvenes catedráticos (además de ellos, Jaime García Añoveros, Miguel Rodríguez Piñero, Juan Jordano Barea, José Martínez Gijón, José María Navarrete), muy distintos pero generadores todos de vocaciones universitarias, llamados a abrir un nuevo período y un modo nuevo, también, de ver y entender la ciencia jurídica y ante todo la Universidad como puente entre aquella y la sociedad española. Él fue el primero de ellos en llegar a la cátedra sevillana y se va tras una ancianidad mitológica, a los noventa y cinco años (no hace mucho le recordamos en las redes sociales de la Facultad por su cumpleaños), que lo emparenta con otro mito de la Facultad, jubilado al poco de llegar él como catedrático a Sevilla, Ramón Carande, vivos aún cuando hacía tiempo eran mitos e, incluso, símbolos.
Apenas basta decir, en estas líneas apresuradas que se me solicitan y que dicto en mi convalecencia como un deber moral al que no puede sustraerse un Decano y menos un Decano de Derecho, que Clavero Arévalo lo fue todo en la Universidad y fuera de ella. Catedrático de Derecho administrativo a los veinticinco años, en 1951 (en Salamanca), y enseguida de Sevilla, en 1954, en substitución de su maestro García Oviedo, Decano de la Facultad de Derecho entre 1965 y 1968, Rector entre 1971 y 1975, Ministro con la UCD en la Transición Democrática, símbolo de nuestra Autonomía y del autonomismo español, Académico, hombre elegante y de bien, como los universitarios clásicos en los que la elegancia era una cosa del alma, abogado de referencia en la ciudad y fuera de ella, figura central en la ciencia administrativista de las últimas décadas, maestro de administrativistas, en una estirpe intelectual que se inicia en la Universidad de Sevilla con la figura, a principios del siglo XX, de José Gascón, y de la que el último eslabón consagrado podría ser Juan Antonio Carrillo Donaire, Catedrático Acreditado desde 2013, hitos de un camino y una trayectoria legendarios, que se repasan, quizá como en ningún otro lugar, en la extraordinaria entrevista filmada que le hizo Francisco López Menudo para el Archivo Fílmico que el Decanato de la Facultad impulsó el Año de su Quinto Centenario, en 2018.
Me gusta recordarlo como no lo conocí, sino en el recuerdo trasladado por otros, con ese poder definitorio que tiene la historia, construida por todos, esculpida por los testimonios fijatorios. Aquel Manuel Clavero que recuerda el entonces joven alumno de la Facultad y ya poeta Manuel Mantero en sus memorias, Había una ventana de colores, "lleno de juventud y de futuro", "fresco oasis" en medio de un mundo universitario en que faltaba "una ilusión compartida entre alumnos y profesores": un futuro que ahora, como pasa siempre con el futuro fértil y vibrante, pasa a convertirse en pasado compartido y cuidable, en memoria y luz en el recuerdo, en hondo agradecimiento.
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