La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los calentitos son economía productiva en Sevilla
Apesar de la apatía política del mes de agosto, un cierto malestar cobra cuerpo entre los andaluces más conscientes ante el contubernio fraguado en Cataluña. Deben estar diciéndose: una vez más, si no se reacciona y de manera contundente, esta tierra sufrirá una nueva postergación: real y simbólica De los actuales socialistas andaluces, como partido, solo cabe esperar una actitud acomodaticia, al servicio de lo que ordenen los intereses de la Moncloa. ¡Otra pena más y muestra palpable de las servidumbres de la política! Por tanto, la esperanza solo existe en algún tipo de movilización interna. Pruebas de eficaz dinamismo han dado ya unas cuantas buenas páginas de opinión publicadas, estos últimos días, en esta mima cadena de periódicos. Tribunas combativas y bien trabajadas, síntomas de que una buena gama de plumas están dispuestas a explicar la nueva situación y que, por ello mismo, parecen dispuestas a alentar las agitaciones necesarias. De la presidencia de la Junta de Andalucía se espera que no se limite a dosificar sus manifestaciones a una serie de frases puntuales y entrecortadas, para aliñar, cada semana, dos minutos de discurso con los que alumbrar un efímero titular y sentirse ya justificada. El combate dialéctico (porque combate dialéctico tendría que haber) debe partir de un buen aparato de datos y hechos bien expuestos y documentados (que podrían plantearse y repartirse, como un candente libro blanco) cara al debate exterior (de Despeñaperros para arriba) y cara a la movilización interna de la ciudadanía andaluza. A esta última hay que persuadirla del agravio material y afrenta formal que suponen las concesiones gubernamentales a la singularidad catalana. Sería, pues, una situación adecuada para abrir los ventanales de los despachos públicos y poner a funcionarios y políticos a elaborar una respuesta andaluza reflexionada y exigente. Una respuesta que contara con unos medios institucionales de apoyo (para eso están) y cuyas exigencias las encarne la ciudadanía, una vez que los asuma como propios. Pero si ante una situación como la que se aproxima, las instituciones políticas existentes, en el gobierno o, incluso, en la oposición, no dan prueba de una cierta audacia y capacidad de réplica, los andaluces lamentarán, una vez más, no contar con ese tipo de sociedad civil que, al margen de los partidos, articula y moviliza a sus miembros en ocasiones, como las actuales, en que los intereses o la incapacidad de los partidos impiden enfrentarse a problemas tan básicos como significativos.
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