Mossos sin reputación ni prestigio

16 de agosto 2024 - 03:07

La elegancia de Nicolás Maduro, la humanidad de Benjamin Netanyahu y la sensatez de Donald Trump; la elocuencia de Alberto Núñez Feijóo, la humildad de Pedro Sánchez y la laboriosidad de Santiago Abascal, cada una de éstas falsas virtudes es comparable al prestigio y la reputación de los Mossos d’Esquadra. Mañana se cumplen siete años de los atentados de las Ramblas de Barcelona y Cambrils, cuyo fatídico resultado de 16 asesinados y cinco asaltantes abatidos fue vendido por el mayor José Luis Trapero como muestra de la eficiencia de los Mossos y acogido por los indepes como prueba de que la Generalitat era una Administración responsable capaz de liderar un nuevo Estado de la Unión Europea. Diez días después, los subalternos de Junts y ERC –la Asamblea Nacional de Cataluña y Omnium– convirtieron la manifestación de repulsa del terrorismo de Barcelona en una humillante encerrona al Rey.

Entonces, Trapero era el superhéroe catalán, un hombre cuyo rostro merecía ser impreso en las camisetas, aunque los avisos que envió la CIA sobre un posible atentado fueron ignorados por los Mossos –también por Interior– y a pesar de que se liquidaron a todos los atacantes que participaron en Barcelona y Cambrils. Años después, y con motivo del juicio que se celebró en la Audiencia Nacional por su participación en el procés, Trapero se desdijo y criticó que la injerencia política en el cuerpo había sido una constante de los gobiernos catalanes. Fue absuelto por la Justicia, pero declarado traidor de la causa y castigado en un destino de un departamento administrativo.

Salvador Illa va a rescatarlo como director general de la Consejería de Interior con el objetivo de limpiar el cuerpo y blindarlo de la contaminación política. El nuevo presidente de la Generalitat sabrá si el crédito de Trapero es como la elegancia de Maduro o la sensatez de Trump, pero viene a demostrar que los Mossos viven en una crisis desde su actuación en el referéndum de 2017, un desprestigio que ha alcanzado su clímax con la fuga de Puigdemont de Barcelona. Porque las sospechas van más allá de los dos o tres agentes que prestaron ayuda a ex presidente fugado, y se dirigen a escalones más altos donde se tenía la información de que el grueso del dispositivo de la detención iba a estar en la entrada al Parlamento en vez de en los alrededores de la tribuna del orador. La infiltración de los leales a la causa en el cuerpo policial salta a la vista, y acabar con ello va a ser uno de los grandes retos de Salvador Illa.

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