La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La sanidad funciona bien muchas veces en Andalucía
Sor Lucía Caram, la monja indepe que fríe los pestiños mientras tararea canciones de Lluís Llach, se define en Twitter como luchadora por los derechos de la infancia. Su perfil en la red del pajarito está trufado de trinos destinados a mostrar al mundo su compromiso con el bienestar de los más pequeños. Hace unas fechas, con motivo del día mundial de la infancia, anunció en la red una iniciativa destinada a concienciar de la necesidad de llevar a cabo revisiones visuales periódicas a los infants de Catalunya. Una empresa loable, sin duda, la de corregir la miopía de los futuros adultos catalanes, aunque llegue, lamentablemente, con cuarenta años de retraso.
La argentina, que se hace eco de (casi) todo lo que publica el community manager de su paisano Bergoglio, especialmente si tiene que ver con los inmigrantes que llegan en barcazas a Lesbos o Lampedusa, pasó de largo, sin embargo, por este mensaje tuitero de Francisco: "La forma en que nos relacionamos con los niños, la medida en que respetamos su dignidad humana innata y sus derechos fundamentales, expresan qué tipo de adultos somos y queremos ser, y qué tipo de sociedad queremos construir".
Vivimos un tiempo malhadado en que a la opresión se le llama libertad, a los privilegios, derechos, al totalitarismo, democracia y a las víctimas, culpables. Pierre Vidal Naquet, defensor incansable de las causas justas, cita en su libro Los asesinos de la memoria este antiguo comentario rabínico de la Biblia, que dedica a creyentes y descreídos: "Dios está siempre del lado del perseguido. Cuando un malvado persigue a un justo, Dios está con el perseguido; cuando un justo persigue a un malvado, Dios está del lado de quien es perseguido". Sin embargo, cuando una criatura de cinco años es señalada y acosada por una turba supremacista, azuzada por el gobierno criminógeno de la Generalitat, porque los padres pretenden que reciba una mínima parte de su educación en su lengua materna, que es, además, oficial y mayoritaria en Cataluña, la inquieta -e inquietante- sierva de Dios Lucía Caram, siempre de la parte de los niños, los débiles y los oprimidos, mira hacia otro lado, como hicieron los alemanes que vivían en los alrededores de los lager. Jesús, en el Evangelio, advierte a los adultos que "si no se hacen como uno de esos chiquillos, no entrarán en el Reino de los Cielos". Pero, para sor Esquerra, quienes merecen el infierno son los niños catalanes que quieren hablar español.
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