La ministra pesadilla, icono de la soberbia

La ley es un despropósito, como la ministra. Ella es un icono de la soberbia, el mal del político que ya no percibe la realidad con nitidez

La Sala que excarceló a un profesor condenado por abusos está integrada en su mayoría por magistradas

La ministra Irene Montero, ayer en el Senado.
La ministra Irene Montero, ayer en el Senado. / Efe

18 de noviembre 2022 - 04:00

La ministra Irene Montero tiene la habilidad de provocar fracturas tanto en el Gobierno como en el PSOE. Sus ocurrencias se pagan muy caras a corto plazo y todavía no se puede calcular la factura de su soberbia adolescente y la de sus colaboradoras. La tramitación de la ley Trans, que marcará la actualidad otra vez más pronto que tarde, enfrentó al feminismo tradicional que siempre ha caracterizado a las filas socialistas con el movimiento LGTBI, más cercano a Unidas Podemos. La conocida como ley del Sólo sí es sí –nunca se olvide que con rango de orgánica– ha sido una chapuza y un despropósito que ha exhibido un Ejecutivo descarnado. La ministra se ha echado encima a medio PSOE y parte del otro, al Consejo General del Poder Judicial, a las asociaciones profesionales de magistrados y a la asociación de fiscales.

Doña Irene no tiene reparo en despreciar a la ligera a gremios completos formados por profesionales que, al menos, se han ganado su plaza tras años de una oposición que siempre conlleva duros sacrificios. Ni el más mínimo respeto ha tenido por ellos. Le basta con repetir como un papagayo que todos son machistas y que están ayunos de perspectiva de género. ¡Han cantado línea! ¡Pista, mucha pista, que va la ministra! Sólo nos falta que eche unas lágrimas de cocodrilo, como la ahora silenciosa Yolanda Díaz, que está más callada que en un funeral. A la vicepresidenta hay que decirle aquello que el cochero pelota le decía al señor en el anuncio de Terry: “Usted sí que sabe”.

Irene es de medalla de oro. En un futuro tendrá un destacado sitio a la derecha de Leire Pajín. Esta Montero ve machistas, ve fascistas, ve retrógrados, ve reaccionarios y ve franquistas por todos los rincones. Política oftalmológica se llama. Lo ve todo menos su galopante miopía. Uno de los sujetos impresentables de la famosa manada estará antes de tiempo en la calle gracias a su gran labor como servidora pública. ¡Bravo, ministra! Así se hace. Pero la culpa es de los jueces, que debajo de la toga lucen la camisa azul mahón que tú bordaste en rojo ayer. Todo este dislate ocurre cuando el feminismo invocado (para burla de las que se la han jugado de verdad por conseguir sus derechos) es un disfraz para esconder el sectarismo, cuando se hace política de atrezo, cuando no se promueven leyes, normas y medidas en defensa del interés general sino con oscuros intereses por mucho camuflaje que se les aplique y, por supuesto, cuando se legisla en caliente. ¡Pobre Sánchez! Qui cum pueris pernocta, excrementatus alborea. Toma latinajo. Es gratis. Sé fuerte, Pedro. ¡Resiliencia por un tubo, resiliencia!

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