
La aldaba
Carlos Navarro Antolín
La chapuza de la calle Zaragoza de Sevilla
Seguimos en Sevilla, la misma ciudad que con la primera corporación municipal de 1979, dedicó todos sus esfuerzos y medios posibles a evitar que se siguiera derribando nuestro patrimonio arquitectónico. Años antes se había incrementado la edificabilidad de las parcelas del casco histórico. Eran edificables para hacer viviendas los conventos, escuelas, cuarteles y otros edificios de interés. No estaba protegida la arquitectura de los siglos XIX y XX, por lo que se podían derribar todas las obras regionalistas. Todo eso ha pasado aquí y no hace tanto. Se luchó contra los derribos por abandono y ruina de los edificios por parte de los particulares. Se hicieron las primeras catalogaciones de urgencia que luego se mejoraron y completaron. El regionalismo quedó a salvo. Se incluyeron edificios del Movimiento Moderno de los años treinta y cuarenta. Y poco a poco, en una labor de años se han mejorado los catálogos y medidas de protección, siempre imperfectas, incluyendo la arquitectura de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, en casos muy señalados. Todo eso se ha conseguido con la labor de las asociaciones de protección del patrimonio, los trabajos de muchos profesionales de la arquitectura y el derecho, y la aceptación del sector inmobiliario, la voluntad de los políticos y el apoyo de los medios de comunicación.
En ese camino se consiguió salvar de la demolición el edificio de la Comisaría de la Gavidia. De estilo singular en nuestra ciudad, representativo del Movimiento Moderno, inscrito en el Patrimonio Inmueble de Andalucía, obra de los arquitectos Ramón Monserrat Ballesté, Jaime López de Asiaín y Ángel Díaz Domínguez. A un procedimiento de consultas para nuevos usos del mencionado edificio, se presentaron seis propuestas: tres de uso hotelero, un espacio cultural, un centro de salud y deporte y un centro de emprendimiento. Ahora se empieza a ver el resultado formal de aquella iniciativa, al ir retirando andamios y lonas. Y aunque queda bastante por conocer, tanto del exterior, como del interior del edificio, lo que se puede ver nos dice que, lamentablemente, no se ha obrado el milagro de conservar el edificio de la Comisaría y a la vez reconvertirlo en hotel. Aunque se han mantenido volúmenes y materiales, líneas y alturas, los cambios que se vislumbran nos hacen pensar que el alma del edificio del movimiento moderno ha prácticamente desaparecido. Pareciera que ha perdido su carácter. De un edificio singular en Sevilla ha pasado a ser uno más.
No es fácil, nunca lo ha sido, mantener la antigua arquitectura y dotarla de nuevo contenido. Espero que cuando el edificio esté terminado y funcionando, ganemos en la relación con los jardines de la Plaza de la Concordia, San Hermenegildo, la Plaza de la Gavidia, el monumento a Daoiz de Antonio Susillo y la antigua Capitanía Militar. Ojalá se logre armonía y concordia entre la arquitectura y las nuevas necesidades funcionales y de convivencia de una ciudad abocada a una nueva era.
También te puede interesar
Lo último