La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Sobran colgados, faltan percheros
Escuchando a Scott Walker –que es una buena manera de olvidarse del mundanal ruido–, pienso un rato en este año de gracia de 2025. ¿O es 1975, según nos recuerda la propaganda gubernamental? Una de las cosas más curiosas de estas celebraciones de la muerte de Franco impulsadas por el sanchismo es que el PSOE tuvo muy poco que ver con la lucha antifranquista, y en 1975 era dificilísimo encontrarte a un militante del PSOE –clandestino, por supuesto, igual que todos los demás partidos de la oposición– que participase en las protestas y en las huelgas y en las manifestaciones. Y conviene añadir que nunca fueron multitudinarias ni atrajeron a mucha gente, cosa que nos sacaba de quicio a los cuatro desgraciados que acudíamos a esos actos que se convocaban con consignas y frases misteriosas y gestos imprevistos que nos hacíamos por la calle, como si se tratara de reuniones de conspiradores carbonarios en una monarquía decrépita del siglo XIX.
Por eso es normal que Yolanda Díaz se haya quejado del protagonismo que se ha atribuido el PSOE, ya que cualquier persona que estuviera allí –y que ahora ya tendrá una edad considerable– sabe que apenas hubo presencia del PSOE en las protestas de los últimos años del franquismo. De hecho, hasta 1974 –con el famoso congreso de Suresnes–, el PSOE era un partido de ancianos republicanos exiliados que se habían pasado la mitad de su vida fuera de España y que apenas tenían contacto con lo que ocurría aquí. Es cierto que había muchos antiguos militantes del PSOE –ya muy mayores casi todos– que habían sobrevivido a la guerra civil y a la represión criminal, pero su papel era puramente simbólico. No tenían presencia en los sindicatos clandestinos ni en el movimiento vecinal ni en las universidades, donde el protagonismo era casi exclusivamente del PCE de Carrillo y de otros muchos partidos de extrema izquierda (aquel tutti frutti de maoístas, trotskistas, autogestionarios y no sé cuántas cosas más, lo más parecido a las herejías estrafalarias que habían surgido del cristianismo a lo largo de la historia).
En fin, Yolanda Díaz tiene razón: el PSOE apenas pintaba nada en aquellos años. Y el que sí pintaba, que era el PCE de Carrillo y la Pasionaria, defendía a machamartillo la política de reconciliación nacional. Justo lo contrario de lo que se pretende ahora, por cierto.
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