La aldaba
Carlos Navarro Antolín
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Puntadas con hilo
La comisaría de la Gavidia lleva un tercio de su vida cerrada, sin uso. Que se dice pronto. Resulta paradójica la historia de un inmueble que se construyó en 1966 como exponente de una arquitectura internacional, neutra y moderna cuyo fin último era la funcionalidad. Pero nunca ha funcionado como edificio. En pleno centro de Sevilla, a muchos les horroriza, tanto por su estética y otras referencias históricas como por su abandono.
Tres alcaldes han pasado ya por la Plaza Nueva desde que cerró sus puertas en 2003 y ninguno ha sido capaz por ahora de alumbrar un nuevo destino. Muchas intenciones y algunos pasos en falso. El marrón para el Ayuntamiento es una herencia del último mandato de Alfredo Sánchez Monteseirín, que firmó en 2006 el contrato para hacerse con la propiedad del edificio. El gobierno local pagó 9.900.000 euros al Ministerio del Interior y se comprometió, además, a la entrega de cuatro solares municipales calificados de equipamiento para la construcción de comisarías de Policía en distintas zonas. Un acuerdo que, a día de hoy, no se ha resuelto.
Ahora el gobierno de Juan Espadas pretende acabar el mandato dejando el escenario despejado. Esto es, dejando aprobada la modificación del PGOU que permitiría dar un uso terciario a la Gavidia, un cambio que enmienda otro cambio realizado por el gobierno anterior, el de Zoido, que transformó su declaración como SIP (suelo de interés público y social) en gran superficie comercial. Demasiado tiempo perdido. En la mente de todos los alcaldes ha estado destinarla a uso comercial u hotelero, quizás la salida más rentable. Si la intención era entregarlo al mejor postor, éste suele ser un promotor comercial o del sector hotelero, ¿no?
El gobierno de Espadas, no obstante, no descarta el aterrizaje de un hotel, pero con las condiciones y el pliego que prepara para la licitación del proyecto trata de desmontar cualquier crítica, pues la modificación sobre la que se trabaja es para un uso terciario que incluye el hotelero y comercial pero también el sanitario, educativo asistencial, cultural deportivo, oficinas... Hay sitio para todo y se primará a quien se comprometa a reurbanizar el entorno, no sólo el edificio, y a respetar un espacio destinado a la memoria histórica. Un requerimiento que se apoya en la declaración, por parte de la Junta, de la Gavidia como Lugar de Memoria Histórica.
¿Cuánto puntuará cada uno de estos requisitos? Bueno, eso todavía está por definir, pero, siendo equilibrados, el inmueble tendría todas las papeletas para convertirse en un edificio ecléctico, de esos que no conoce una ciudad que mira a la Alhóndiga de Bilbao, por ejemplo, y donde se combinaran usos y la presencia de un hotel o un gimnasio deluxe no estuviera reñida con otros usos sociales o culturales.
Es difícil. Pero después de haberse convertido en monumento a otra memoria histórica, la de muchos que no conocieron el franquismo ni el frío de los sótanos pero sí una comisaría llena basura y gatos, todo es posible. Pocos pondrían reparos, con tal de verla por fin en uso.
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