Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Apple no gana siempre. En lo que se refiere a la música distribuida por streaming, se le adelantaron otras empresas y en concreto los suecos de Spotify tienen un liderazgo contrastado en el sector. Pero la compañía norteamericana no es de las que se rinde fácil y recientemente ha lanzado a sus suscriptores a través de su ITunes, un listado con los considerados por un grupo de expertos los 100 mejores discos de la historia. Se trata de provocar no sólo una mayor escucha de los elegidos, sino motivar a la participación y el debate acerca de la selección. Hacer rankings es la base esencial de los servicios musicales desde hace décadas. Primero a través del radio fórmulas y ahora por MP3 en las diferentes plataformas. La iniciativa tiene toda la lógica empresarial. Lo que es mucho más discutible es el orden de la lista de Apple.
Baste con decir que Michael Jackson se encuentra por delante de los Beatles, los Stones, Pink Floyd, U2 o David Bowie; o que el álbum considerado “el mejor de la historia” es The Miseducation of Lauryn Hill el único disco en estudio de una de las componentes del grupo The Fugees, la actriz y rapera Lauryn Hill. Sí, se trata de una obra extraordinaria que ha marcado al neosoul, el hip-hop y el Rhythm and Blues desde que se editara en agosto de 1998, pero de ahí a considerarla como la mejor hay un trecho muy largo. Ocurre que cada uno tenemos nuestros propios discos favoritos en función de nuestra edad y que en un listado de los mejores siempre primarán los artistas que dieron forma a la banda sonora de nuestra juventud. De ahí que algunos idolatremos a Dylan, mientras otros sólo sueñan con ver a Taylor Swift. Nada nos define más que nuestro consumo cultural. Todos los libros, canciones, películas, que leemos, escuchamos o vemos durante nuestra juventud, son los que creemos ya para siempre, los mejores de la historia. Porque sencillamente luego, cuando dejamos de ser jóvenes, perdemos el valor necesario para cambiar y aunque seguimos respirando aún unos años más, sólo somos barcos de madera varados en tierra a los que el tiempo lentamente va despojando de su color. Es un proceso doloroso y difícil que carece de cura, pero los recuerdos nos alivian como esas tormentas que en verano refrescan, aunque no acaban con el calor.
Creen una playlist de sus canciones favoritas y comprueben cuantos de los seleccionados son del siglo pasado y cuantos de éste. Haga lo mismo con los políticos. Y si eligen a Felipe González y a los Bee Gees, cuídense de los resfriados.
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